¡LOS DISEÑOS ESTAN EN EL CIELO!

AKIANA PINTORA DEL CIELO


Creció en una familia atea, pero gracias a su arte llegó a conocer a Dios. Akiane Kramarik comenzó a dibujar a los cuatro años, y desde entonces no ha parado de trabajar en su pintura de inspiración espiritual. Retratos, paisajes y miradas trazadas con maestría por esta «niña prodigio» que dedica gran parte de sus ganancias a la ayuda al tercer mundo. Su objetivo, mostrar a los demás lo que ella percibe de Dios, un Dios «grande, maravilloso y lleno de amor». «Enseño y ellos escapan. Escucho y ellos acuden. Mi fuerza es mi silencio». Akiane tiene 15 años, y escribió este poema con tan sólo once años. La poesía es una de las pasiones de esta adolescente que desde muy pequeña escribe, compone música y, sobre todo, pinta. Su talento natural o «don divino», como algunos han definido, no ha pasado desapercibido en Estados Unidos. Hasta Oprah la invitó a su popular programa de televisión para hablar sobre su trayectoria y sus obras cuando tenía tan sólo 9 años. Desde entonces su arte ha saltado a todo el mundo, con visitas internacionales y exposiciones en países como Inglaterra, Alemana o Rusia.
UN DON ESPECIAL PARA PINTAR
todo empezó cuando sólo tenía cuatro años. Hija de un matrimonio entre un norteamericano y una lituana residentes en Idaho, la pequeña Akiane, una niña rubia de profundos ojos azules, comenzó a dibujar aquellas cosas que soñaba. Sus padres, que no le habían dado ninguna educación religiosa, percibieron el impresionante talento de la pequeña. Ella percibía que sus pinturas procedían del mismo corazón de Dios. «Hablaba con Dios cada noche, y luego podía sentir su inspiración al pintar», cuenta en una entrevista realizada por la CNN. Así que desde muy pequeña lo tuvo claro: necesitaba pintar para contar algo a todos. «Quiero que todos sepan cómo es Dios, tan grande, tan maravilloso como yo lo percibo», argumenta al explicar la temática espiritual de muchos de sus trabajos.
Uno de los más conocidos se trata del retrato de Cristo, que tituló «El príncipe de paz». Poco después, pintó al mismo Cristo orando por sus enemigos, en el cuadro llamado «Padre, perdónalos». Entre sus virtudes expresivas se encuentra la transmisión precisa de las miradas, llenas de contenido y profundidad.
Los retratos de niños, personas de otras culturas, o su misma familia, reflejan una intención conciliadora. «Creo que mi arte puede llegar a muchas personas y hacerlas pensar en la paz, el amor de Dios es para todos», explica Akiane.
Esta «niña prodigio», como la han definido en distintos medios, no va al colegio, sino que su educación se forja en casa, con el método de «homeschooling», lo que le deja más tiempo para pintar y escribir poesía. De su producción escrita ya ha publicado dos libros. Entre sus aficiones está también tocar el piano, la lectura y el baile.


Gracias a su talento y testimonio, toda su familia se acercó a la fe en Dios. Ella considera que «la fe es lo más importante; sin fe nadie puede comunicarse con Dios». Así que su arte tiene el propósito de que «todos amen a Dios y lo conozcan como he llegado a conocerlo».



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