PRINCIPIOS PARA LA GUERRA ESPIRITUAL


PRINCIPIOS PARA LA GUERRA ESPIRITUAL


Hablemos ahora de los principios. Queremos ser buenos guerreros espirituales, de modo que sabemos que hemos de adquirir santidad y evitar al mismo tiempo la trampa del «bendíceme» y la parálisis en el ministerio. He aquí cinco principios que nos ayudarán a equiparnos para la batalla: 
1. Asegúrese de estar en la debida relación con Dios.

Lo fundamental es saber que uno ha nacido de nuevo, que tiene una vida de oración personal satisfactoria y que está lleno del Espíritu Santo. 

Observación: Esta es la forma de evaluar una relación adecuada con Dios, no una relación perfecta. La prueba decisiva es que su corazón desee conocer más íntimamente a Dios y agradarle en todo. 

2. Confiese todos sus pecados conocidos.

Los creyentes más maduros saben cuándo han pecado, pero para llevar simplemente un control periódico utilice como punto de partida la lista de obras de la carne que aparece en Gálatas 

5:19–21 u otras relaciones bíblicas de pecados. Francis Frangipane advierte: «Si intenta usted atar a un principado o una potestad albergando pecado en su corazón, seguramente será derrotado».

Observación: No se entregue a la autoflagelación espiritual—esa es también una obra de la carne—. ¡Si usted no se encuentra bien a menos de sentirse culpable es que algo va mal! Permita que sea el Espíritu Santo quien le convenza de pecado. 

3. Busque la sanidad de pautas de pecado persistentes.
Si su corazón ama a Dios pero un pecado especial se manifiesta de continuo en su vida, se trata de una enfermedad espiritual de la cual debe ser sanado; del mismo modo que buscaría la sanidad de una infección de vesícula o de la diabetes. 
Observación: Por lo general necesitará ayuda externa para esta sanidad interior. Consiga esa 

ayuda antes de entrar en cualquier clase de ministerio, pero especialmente si va a participar en la guerra espiritual. 

4. Permita que otros lean su barómetro espiritual.

Relaciónese estrechamente con cierto número de personas cuya espiritualidad respete y que le conozcan lo bastante bien como para ser francas con usted. Observación: También una franqueza demasiado frecuente, sobre todo en público, puede hacerse patológica; pero si se guarda todo para sí no tendrá forma de comprobar la exactitud de sus autoevaluaciones. 

5. Cuanto más alto le llame Dios en el liderato, más alto deberá ser su nivel de santidad.

Muchos niveles de ministerio cristiano no requieren una cota excesiva de santidad, aunque la santidad madura sea un objetivo para todo creyente. Algunas formas de servicio cristiano son como jugar al fútbol con niños pequeños en el parque. No exigen demasiado. Pero otros niveles de ministerio son como participar en la Liga Nacional de Primera División, requieren unas condiciones espirituales considerablemente por encima del promedio. 

Observación: La guerra espiritual en el nivel estratégico debería considerarse más bien dentro de esta categoría. Si cree usted que está dotado y tiene un llamamiento para esta clase de ministerio, sea especialmente estricto consigo mismo. 

Si su puntuación en esta lista de control resulta satisfactoria, está preparado para el ministerio.No separe el carácter santo de los dones o del ministerio, pues de otro modo acabará cayendo en la hipocresía. Al mismo tiempo, no espere hasta haber llegado a ser un supersanto para ejercer el ministerio o acabará en la trampa del «bendíceme». 

TODA LA ARMADURA DE DIOS

Un manual que me gusta para equipar a los guerreros es The Weapons of Your Warfare, de Larry Lea. En este libro, Lea menciona la sangre de Jesús, la oración, toda la armadura de Dios, la alabanza, el hablar la Palabra, el nombre de Jesús y la perseverancia como «el arsenal de Dios». 

Sin embargo, sí quiero mencionar «toda la armadura de Dios» En su libro, Larry utiliza como ilustración la mentalidad norteamericana del «vestirse para el éxito». Muchos manuales de «hágalo usted mismo» enseñan a los aspirantes a hombres de negocios que ciertas prendas de vestir les proporcionan una apariencia la cual les permitirá ascender más rápido en la escala profesional. Luego, Lea sigue diciendo que el ponerse toda la armadura de Dios es «la única forma de vestirse para el éxito en el Señor, ya que toda la armadura de Dios es un requisito previo para ‘arrebatar’ el Reino de Dios».

La metáfora que hace Pablo de la armadura del legionario romano nos proporciona una lista de elementos imprescindibles para la preparación de los guerreros espirituales. Nuestros lomos necesitan estar ceñidos con la verdad. Jesús mismo es el camino, la verdad y la vida. Nos ponemos la coraza de justicia. Nuestro corazón se halla protegido por la santidad que trae el limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones como vimos anteriormente. El escudo de la fe nos protege de los ardos de fuego de Satanás. Y el yelmo de la salvación nos recuerda que pertenecemos a Jesús y que tenemos asegurada la victoria final en la batalla. 

Después de leer extensamente sobre el tema de la guerra espiritual, me siento perplejo por el considerable número de autores que necesitan subrayar que todas las partes de la armadura de 

Dios tienen carácter defensivo. El hecho es que un guerrero no sólo viste armadura y sostiene un escudo, sino que lleva una espada en la mano derecha. La espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios, constituye ciertamente un arma ofensiva. Me encanta el comentario que hace Walter Wink: «Es gracioso ver como va y viene de un erudito a otro la declaración de que todas las armas son ‘defensivas’. El Pentágono dice lo mismo acerca de los misiles nucleares».

Pienso que algunas personas quieren creer «esperanza contra esperanza» que ya que Cristo ha derrotado a Satanás en la cruz, lo único que tenemos que hacer es «estar firmes». Si nos quedamos mirando con las manos en los bolsillos, el mal, de alguna manera, no nos molestará ni a nosotros ni a nuestra sociedad. Pero, en mi opinión, eso no es lo que Pablo tenía en mente cuando escribió Efesios 6. Clinton Arnold plantea la cuestión de si «estar firmes» es algo estático o dinámico, y dice: «¿Se hace también un llamamiento al lector para que emprenda una acción más ofensiva, tal como la de proclamar el mensaje de redención a la humanidad esclavizada por el diablo?» Y su conclusión es: «El flujo del contexto revela también que el autor concibe el «estar firmes» como algo de carácter ofensivo».
Por tanto usando toda la armadura de Dios estamos listos, no sólo para protegernos de los furiosos ataques de Satanás, sino también para vencer al hombre fuerte y hacer progresar el reino de Dios.

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