Requisitos para estudiar la Biblia/ parte 5 W, Nee



TRES ASPECTOS DEL ESPIRITU SANTO

Para estudiar la Biblia, necesitamos familiarizarnos con tres aspectos del Espíritu Santo, especialmente para estudiar el Nuevo Testamento, el cual tiene una estrecha relación con dichos aspectos.

Primero, el Espíritu Santo desea que entremos en Sus pensamientos. Para entender las palabras del Espíritu Santo, debemos dirigir nuestros pensamientos a los Suyos. Esto es particularmente necesario en el caso de las epístolas. Tenemos que familiarizarnos con los pensamientos del Espíritu Santo para poder entender Sus escritos.

Segundo, el Espíritu Santo dejó constancia de muchos hechos en la Biblia. Tenemos que penetrar en estos hechos básicos. Si no lo hacemos, no podremos entender la Palabra de Dios. El Espíritu Santo tiene que abrirnos todos los hechos narrados en los cuatro evangelios y en los Hechos.

Tercero, cuando leemos la Palabra de Dios, el Espíritu Santo nos guía a tocar el espíritu. En muchas ocasiones, no es suficiente conocer los pensamientos; debemos entrar en el espíritu que los genera. No solamente debemos conocer los hechos, sino también entrar en el espíritu que los produce. Podemos encontrar ejemplos de esto en los evangelios, en el libro de Hechos y en las
epístolas.
El lector de la Biblia debe entrar en estos tres aspectos. Sin embargo, solamente quienes han sido adiestrados y disciplinados pueden verdaderamente conocerlos. No debemos considerar estos aspectos como métodos para estudiar la Biblia, ya que se relacionan con la persona que lee la Biblia. La persona debe pasar por un adiestramiento básico, que es precisamente de lo que queremos hablar.
Examinemos cómo podemos tener parte en estos tres aspectos.

I. LOS PENSAMIENTOS DEL ESPIRITU SANTO

Al escribir las Escrituras, el Espíritu Santo tenía un propósito y un pensamiento definido. El lector de la Biblia no solamente tiene que conocer las palabras y memorizarlas, sino que también debe percibir el propósito específico que el Espíritu Santo tenía al escribir cierto libro. Lo primero que deseamos tratar acerca del estudio de la Biblia no es su interpretación, sino conocer la intención del Espíritu Santo en el momento en que escribió el libro que vamos a leer.
Tenemos que recordar que el valor de las palabras no reside en las palabras mismas sino en su significado. El Señor les dijo a los saduceos: “Erráis, por no conocer las Escrituras” (Mt. 22:29). Los saduceos leían la Palabra de Dios, pero no la entendían. Cuando leemos la Palabra de Dios, debemos hallar la causa por la cual el Espíritu habló. Esto nos guía a otro punto: Nuestra mente necesita bastante disciplina.

A. Fundimos nuestros pensamientos con los del Espíritu Santo

El lector de la Biblia debe ser objetivo; no debe confiar en su propia mente. El Espíritu Santo tiene Su pensamiento, y en éste deben entrar nuestros pensamientos y fundirse en él. Cuando el Espíritu Santo piensa de cierta manera, nosotros también tenemos que pensar de la misma manera. Ambos debemos fluir como dos corrientes de un río: el Espíritu Santo es la corriente
principal, y nosotros somos la corriente secundaria. El Espíritu Santo es como un gran río, mientras que nosotros somos como un arrolluelo. El arroyo tiene que unirse al río. Cuando el río fluye hacia el oriente, el arroyo también fluye hacia el oriente. El arroyo puede ser pequeño, pero si fluye con el río, llega al océano.
Algunos pasajes bíblicos giran en torno a hechos, mientras que otros se centran en el espíritu o en los pensamientos. Los pasajes que enfocan pensamientos también tienen espíritu y hechos. Aquellos cuyo enfoque está en los hechos incluyen espíritu y pensamientos. Los pasajes que se centran está en el espíritu contienen además hechos y pensamientos. Cuando examinamos los pensamientos del Espíritu Santo, debemos ser objetivos; todo nuestro ser debe seguir los pensamientos que El comunica. Sin embargo, algunos no pueden hacer esto o sólo pueden estar ligados al Espíritu Santo por diez minutos, después de los cuales sus pensamientos empiezan a vagar. Este tipo de personas no pueden leer la Biblia como se debe. El requisito para que una persona pueda leer la Biblia es que su mismo ser sea afectado.

Es cierto que al leer la Biblia uno necesita usar la mente. Pero, ésta debe seguir la misma línea, corriente y dirección de la mente del Espíritu Santo. Dondequiera que el Espíritu vaya, uno debe seguirlo. Podemos hallar el pensamiento del Espíritu Santo en una oración, en un pasaje, en un capítulo o en un libro. La mente de uno tiene que estar sintonizada con el Espíritu Santo y procurar hallar lo que El dice en un pasaje, lo que El piensa, y cuáles son las ideas principales y secundarias. La primera pregunta que debemos hacernos cuando leemos una porción de las Escrituras es ¿cuál es la intención del Espíritu al escribirla? Si no sabemos cuál es la intención del Espíritu Santo en esa porción, es muy probable que cometamos errores cuando la citemos más tarde; es posible que tergiversemos lo que el Espíritu Santo quiere decir. No es suficiente leer la letra, recordar las palabras, ni memorizar el pasaje ni estudiar el significado de una manera aislada. Cuando leemos la Biblia, debemos percibir la intención que tenía el Espíritu cuando escribió un pasaje dado. Es decir,debemos detectar los pensamientos de Pablo, de Pedro y de los demás escritores en el momento que el Espíritu Santo habló por medio de ellos. Nuestros pensamientos deben concordar con los pensamientos del Espíritu para poder entender la Biblia.

Se cuenta de un creyente que viajó por las cuarenta y dos estaciones por las que pasaron los israelitas desde Egipto hasta Palestina. Donde los israelitas fueron, él fue. Donde dieron un rodeo, el lo dio. El hizo todo el viaje de esta manera. Más tarde, relató en un libro el viaje. El no escogió su propio camino, sino el que Moisés tomó. Esta es la manera en que debemos leer la Biblia. No debemos determinar la dirección por nosotros mismos; tenemos que ir por donde el Espíritu va. Pablo bajó a Jerusalén, y nosotros debemos ir con él a Jerusalén. El sentía y pensaba de cierta manera, y nosotros debemos sentir y pensar de la misma manera. No debemos seguir nuestro propio rumbo, sino la dirección de los escritores de la Biblia, es decir, la dirección del Espíritu. El pensamiento de los lectores de las Escrituras debe concordar con el de los escritores, pues éstos
fueron inspirados por el Espíritu Santo a pensar de cierta manera. Si nuestros pensamientos pueden seguir de cerca lo que el Espíritu tenía en el momento de escribirse el pasaje, entenderemos lo que la Biblia dice.

B. “El Tronco” y “las Ramas”
Algunos pasajes de la Biblia contienen un tema específico, mientras que otros son palabras explicativas; algunas son de vital importancia, mientras que otras tienen una función secundaria. Algunas son como el tronco de un árbol, y otras son como las ramas. No debemos seguir las ramas y perder de vista el tronco. Y tampoco debemos prestar atención exclusivamente al tronco olvidándonos de las ramas. Debemos encontrar lo que el Espíritu Santo dice en un pasaje, cómo lo expresa, de cuántas cosas habla y cuánto se extiende para alcanzar su meta.
Nuestra mente debe seguir estas cosas paso a paso. Tenemos que llegar a la mente del Espíritu Santo. El Espíritu tiene un tema y también tiene las palabras que lo desarrollan. A veces estamos hablando y a mitad de nuestra conversación, nos desviamos del tema para explicar algo. Estas son “las ramas”. Las ramas no se extienden sin límite. De igual modo, el Espíritu puede salirse del tema con una explicación que use cinco o seis versículos, pero siempre regresa al “tronco”. No nos debemos quedar en las explicaciones; debemos seguir el Espíritu Santo y regresar al tema.

Muchas de las epístolas están estructuradas de tal manera que las palabras explicativas se intercalan en el tema de los pasajes. Debemos diferenciar entre “el tronco” y “las ramas” a fin de
entender lo que leemos. No debemos apresurarnos en nuestra lectura. Cuando el Espíritu Santo da un viraje, nosotros tenemos que ir con El, y cuando vuelve al tema, nosotros también debemos regresar. Tenemos que ser muy sensibles y cuidadosos para no poner nuestra confianza en nosotros mismos ni en nuestra carne. Esta es la manera de sincronizarnos con los pensamientos del Espíritu Santo.
Hay “troncos” y “ramas” en la Biblia y, en conjunto, forman una unidad. Por ejemplo: cuando Pablo escribió el libro de Romanos, no tenía la intención de darnos solamente 3:23, 6:23 y 8:1. Todo el libro contiene una idea unificada; es una entidad completa. No aparecen fragmentos por ninguna parte. No debemos tomar ciertos versículos fuera de contexto para después explicarlos. Está bien que tomemos prestado algún versículo, pero debemos diferenciar entre tomar prestado y dar una interpretación del mismo. Aun cuando tomamos prestado un versículo para cualquier otro uso, tenemos que entender el contexto, de no ser así, caeremos en el error de tomar las ideas fuera de su contexto. Si nuestra mente está adiestrada, será lo suficientemente diestra para sustentar la luz. La luz viene como un relámpago, y tenemos que atraparla y sostenerla. Si nuestra mente no está adiestrada para unirse a la mente del Espíritu Santo, no tendremos el pensamiento necesario para capturar y sostener la luz cuando nos llegue en forma de revelación. Esta es la razón por la cual nuestra mente tiene que ser adiestrada; tiene que ser objetiva y obediente a la guía del Espíritu Santo. El Espíritu Santo tiene Su propia manera de expresarse. Por ejemplo:
Romanos 1 y 2 hablan del pecado del hombre; el capítulo tres habla de la redención; el capítulo cuatro, de la fe; el capítulo cinco, del pecador; el capítulo seis, de la muerte del pecador; el capítulo siete, de las dos leyes; y el capítulo ocho, del Espíritu Santo. En los capítulos del nueve al doce nos da algunos ejemplos. El capítulo doce habla de los cristianos y de la iglesia, y finalmente, los capítulos trece y dieciséis hablan de la conducta de una persona salva. Cuando leemos dicho libro, tenemos que entender la intención del Espíritu Santo al hablar esas palabras. En cada sección el Espíritu tiene ideas principales.
Primero, El habla del pecado del hombre y luego de la solución al pecado y del cumplimiento de la justicia de Dios. Después pasa a hablar de la fe y de lo que estorba a la fe: las obras del hombre. Pero el hombre tiene otro problema además de su pecado: su persona. Por consiguiente, en el capítulo seis el Espíritu habla de la crucifixión del pecador (el hombre viejo). La solución al pecado del hombre radica en la fe de que el Señor murió por él, mientras que la solución al problema del hombre mismo se halla en la fe en que él murió con el Señor. En los capítulos del nueve al once, se habla de la nación de Israel como un ejemplo de la gracia de Dios y de la fe. Luego, el capítulo doce menciona la condición de un cristiano consagrado. Del capítulo uno al dieciséis, podemos identificar “los troncos” claramente. Pablo fue muy claro al expresar su sentir en estos puntos. También están “las ramas”, algunas de las cuales se ven en la primera sección. Al abordar el tema del pecado, el Espíritu Santo se desvía para hablar de los gentiles y luego de los judíos, y luego regresa a la idea principal. Cuando leemos la Biblia, debemos seguir muy de cerca la idea del Espíritu Santo.

c. Dos clases de adiestramiento

Hay dos maneras de adiestrar nuestra mente.
Primero, podemos aislar el tema de las palabras explicativas. No es mala idea recorrer todo el Nuevo Testamento y poner paréntesis alrededor de pasajes que el Espíritu incluye a modo de explicación. Lo contenido entre paréntesis son “las ramas”, y lo que queda fuera es “el tronco”. Si saltamos los versículos que dejamos entre paréntesis y leemos el resto, veremos la idea principal en los diferentes pasajes.
Hagamos esto con el libro de Romanos. Romanos 1:1 dice: “Pablo, esclavo de Cristo Jesús, apóstol llamado, apartado para el evangelio de Dios”. Esto es obviamente la introducción a dicho libro. Los versículos del 2 al 4 dicen: “Que El había prometido antes por medio de Sus profetas en las Santas Escrituras, acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la carne, que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor”. Esta es una explicación del evangelio. Por consiguiente, estos versículos son “ramas” que se pueden poner entre paréntesis. El versículo 5 dice: “Y por quien hemos recibido la gracia y el apostolado para la obediencia de la fe entre los gentiles por causa de Su nombre”. Esto de nuevo es el tema del texto. Si seguimos así hasta finalizar Romanos, extraeremos los versículos que constituyen la idea principal del texto. Podemos subrayar el tema con un color, y las explicaciones con otro. Como
primer paso, no tenemos que leer las explicaciones. Primero leemos el tema y después las explicaciones. En primer lugar, debemos encontrar la idea principal que expresa el Espíritu Santo, y luego debemos incluir paulatinamente las explicaciones. ¿Qué es este evangelio? Es algo que fue “prometido antes por medio de Sus profetas en las santas Escrituras”. Dios prometió el evangelio y luego envió al Señor Jesús a cumplirlo. El cumplimiento del evangelio consta de dos partes. Primero, lo que corresponde a la carne, y luego, lo que corresponde al espíritu. La primera parte está ligada a la vida del Señor en la tierra como hijo de María. La segunda parte se relaciona con Su vida en los cielos como Hijo de Dios. Los cuatro evangelios abarcan lo que de El se relaciona con la carne, mientras que las epístolas abarcan lo relacionado con el Espíritu. Cuando leemos este pasaje, debemos pasar directamente del versículo 1 al 5 y dejar los versículos del 2 al 4 para más tarde. Siempre debemos prestar atención al tema primero, y luego a las explicaciones. Debemos leer toda la Biblia de esta manera.
Todo siervo de Dios debe diferenciar entre el tema de cada libro y las porciones explicativas. Este es el primer paso. ¿Qué beneficio podemos obtener cuando damos este primer paso? Esto nos capacita para conocer en qué medida se relaciona la enseñanza de un pasaje con el tema principal y qué parte es una explicación. Cuando servimos como ministros de la Palabra, nuestras palabras deben tener un tema central y también explicaciones. Aunque nuestra función como ministros de la Palabra no es tan perfecta y profunda como la de los primeros apóstoles, el principio sigue siendo el mismo. Una vez que diferenciemos entre el tema y las explicaciones, nos daremos cuenta, para nuestra sorpresa, de que la Biblia provee suficientes explicaciones, tanto en cantidad como en profundidad; adoraremos al Señor por la absoluta perfección de Su Palabra; descubriremos también que tan pronto nos excedemos ligeramente en el uso de explicaciones o ejemplos, todo nuestro mensaje se debilita. Debemos prestar atención a la manera en que la Biblia da explicaciones. No debemos explicar demasiado. Solamente debemos aclarar pasajes que no sean fáciles de entender. Las explicaciones se dan con el propósito de facilitar la comprensión, pero no debemos excedernos en su uso.
Algunos oradores carecen de explicaciones, lo cual confunde a los oyentes; otros dan explicaciones tan largas que echan a perder el mensaje. Debemos observar el balance perfecto de la Palabra. Aprendamos a separar el tema de las explicaciones. Para hacer esto, tenemos que ser objetivos. Si nos volvemos subjetivos, erraremos.
En segundo lugar, debemos tratar de repetir el pasaje con nuestras propias palabras y escribirlo de nuevo con palabras que nosotros podamos entender.Por ejemplo: Romanos 1:1, 5 y 6 son versículos que expresan el tema y fueron redactados por Pablo. Después de que entendemos lo que Pablo dijo, debemos tratar de expresarlo con nuestras propias palabras. Al principio sólo debemos trabajar con el tema principal; no tenemos que dedicarle mucho tiempo a las explicaciones contenidas en los paréntesis. Este ejercicio es similar a nuestra experiencia como estudiantes. Los maestros nos cuentan una historia y nosotros la escribimos con nuestras propias palabras. Tenemos que saber de qué se trata la narración para poderla escribir. Para realizar este ejercicio debemos ser objetivos y entender el significado de la Biblia, y así no le agregaremos nuestras propias palabras. Tenemos que adiestrarnos a fin de seguir los pensamientos del Espíritu Santo. Debemos conformar nuestros pensamientos a los del Espíritu Santo.
Es muy posible que cometamos errores al repetir el texto con nuestras palabras, ante lo cual, lo que debemos hacer es corregirlos la próxima vez. Si cometemos errores de nuevo, debemos corregirlos otra vez. Cuanto más nos corrijamos, más exactos llegaremos a ser. Si aprendemos esta lección, nos será fácil entender la Palabra de Dios. Lo más importante es hacernos a un lado. Si nos volvemos orgullosos o subjetivos estamos acabados. Tenemos que aprender a ser objetivos, mansos y humildes. Es fácil para una mente mansa y humilde seguir la mente del Espíritu. Los lectores de la Biblia necesitan aprender esta lección.

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