Requisitos para estudiar la Biblia / W. Nee (Pte 7)


La necesidad de ser sensibles
Muchas personas que leen la Biblia procuran hallar los aspectos específicos y finos que contiene. Sin embargo, es necesario tener sentimientos finos y tiernos, para percibir estos aspectos, Estudiemos algunos ejemplos.
1. Contrastes
a. Zaqueo y los dos discípulos que iban a Emaús
Al comparar Lucas 19 con Lucas 24 encontramos una marcada diferencia entre la visita del Señor a la casa de Zaqueo y Su visita a los dos discípulos que iban camino a Emaús. El expresó el deseo de ir a la casa de Zaqueo, pero en el caso de los dos discípulos, parecía que quería seguir de largo. Una persona con una percepción fina detectaría estas dos actitudes opuestas. En el caso de Zaqueo, el Señor se acercó a un vil pecador. Este no era un publicano cualquiera; era el jefe de los recaudadores de impuestos. El Señor no esperó a que él lo invitara, sino que se invitó a la casa de él. No hay duda de que Zaqueo deseaba ver al Señor, pero estaba consciente de su baja estatura y de su mala reputación, y se sentía demasiado avergonzado como para invitar al Señor. En tales circunstancias, el Señor dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me quede en tu casa” (Lc. 19:5). Este era un pecador que no se atrevía a invitar al Señor a su casa. El Señor se invitó a Sí mismo a esa casa. El entendía a Zaqueo, pues era muy sensible.
Si nuestros sentimientos son lo suficientemente tiernos, entenderemos lo que el Señor desea.
Los dos discípulos que iban camino a Emaús se habían vuelto atrás. Sus ojos estaban cubiertos por un velo, y no reconocían al Señor. El anduvo con ellos, habló con ellos y les explicó las Escrituras. Cuando estaban cerca de la aldea, El actuó como si fuera a seguir de largo (24:28). La actitud del Señor hacia los dos discípulos fue diferente a la que mostró ante Zaqueo. Este estaba frente a grandes obstáculos: se avergonzaba de su condición. El Señor fue muy tierno para con él y se invitó a entrar en su casa. Los dos discípulos que iban paraEmaús ya conocían al Señor, pero se habían vuelto atrás. Aunque habían oído mucho del Señor, seguían en su camino a Emaús. Esta fue la razón por la cual el Señor actuó como si fuera a seguir Su camino. Se quedó con ellos porque se lo rogaron.
En el primer caso, un hombre viene al Señor. En el otro, dos hombres están alejándose de El. En efecto, la actitud del Señor fue diferente. Tenemos que llegar a los tiernos sentimientos del Señor Jesús para percatarnos de quién es Jesús de Nazaret, a quién Dios desea revelarnos.
b. Las dos ocasiones en que Pedro se fue a pescar
En Lucas 5 Pedro había estado pescando toda la noche y no había pescado nada. No obstante el Señor Jesús le dijo: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca” (v. 4). Los pescadores echaron las redes y cogieron una gran cantidad de peces. No habían pescado nada, pero repentinamente recogieron una gran cantidad de peces. Entonces Pedro cayó de rodillas ante Jesús, y le dijo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (v. 8). En Juan 21 encontramos a Pedro y a otros discípulos pescando de nuevo. El Señor les preguntó: “Hijitos, ¿no tenéis algo de comer? Le respondieron: No. El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca” (vs. 5-6). Entonces atraparon muchos pescados. En la pesca de Lucas 5 el Señor Jesús revela Su gloria a Pedro. Cuando esta gran gloria resplandeció sobre éste, comprendió que era un pecador y que no era digno de la presencia del Señor. Cuando Pedro se fue a pescar, después de la resurrección del Señor; se tiró al mar y nadó hasta la orilla al reconocer al Señor (Jn. 21:7). Perdió todo interés en la pesca cuando reconoció al Señor. En ambos casos él tuvo la misma revelación. Pero en el primer caso, la revelación hizo que este hombre se conociera a sí mismo y le rogara al Señor que se apartara de él. En el segundo caso, la revelación condujo a este hombre que ya conocía al Señor, a una relación más íntima con El.
Una vez que identificamos la diferencia entre estos dos casos, tenemos la debida impresión de los hechos. En todos estos asuntos necesitamos una sólida impresión de los hechos.
C. El Señor alimenta a los cinco mil, y María lo unge
Estos dos incidentes se narran en los cuatro evangelios: la alimentación de los cinco mil por parte del Señor y la unción del Señor por parte de María. Después de que el Señor alimentó a los cinco mil, ordenó a los discípulos que recogieran los pedazos para que nada se perdiera (Jn. 6:12). Esto es sorprendente. El Señor realizó el milagro de alimentar a una multitud; aún así les dijo a los discípulos que recogieran los pedazos que sobraron para que no se desperdiciaran. Más adelante, una mujer vino al Señor y quebró un frasco de alabastro y derramó el ungüento sobre la cabeza del Señor. Algunos discípulos dijeron: “¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento?” Pero el Señor Jesús respondió: Ella ha hecho en Mí una buena obra” (Mr. 14:3-7). Aquí vemos un contraste entre dos cosas: la multiplicación de los panes y la unción del Señor. En un caso, nada se desperdició, mientras que en el otro, parece verse un gran derroche. Nada de lo que es producido milagrosamente se puede desperdiciar; pero el perfume que valía trescientos denarios fue derramado sin reservas sobre el Señor; no fue utilizado para alimentar a los cinco mil, sino para ser consumido por el Señor en un instante. No se recogió sino que se derramó. Era un solo frasco, y no doce cestas. Todos éstos son contrastes. Cuando el Hijo de Dios realizó el milagro, inclusive las sobras se debían recoger. Pero El no estima que es demasiado recibir la consagración de un regalo que cueste trescientos denarios.
Los cuatro evangelios relatan esta historia, y en todas partes donde se predique el evangelio, se ha de recordar este caso. La consagración debe ir hasta donde el evangelio vaya. A donde quiera que el evangelio vaya, debe seguirlo una consagración incondicional. Las riquezas del evangelio deben ser las riquezas de la unción y consagración del hombre.
Necesitamos ser impresionados profundamente por este hecho.
d. El juicio del Señor y el juicio de Pablo
Algunas veces es muy significativo comparar los cuatro Evangelios con los Hechos. Podemos comparar el juicio al que fue sometido el Señor y el juicio al que fue sometido Pablo. Cuando Pablo fue juzgado, dijo que era fariseo e hijo de fariseo (Hch. 23:6). Este no fue el caso del Señor Jesús. Valoramos a nuestro hermano Pablo. Pero lo mejor que el mundo puede producir no pasa de ser un hijo de hombre. Sin embargo, Jesús de Nazaret es el ¡ único Hijo engendrado por Dios! Cuando lo comparamos, encontramos que uno es el único Hijo engendrado de Dios, mientras que Pablo es uno de los muchos hijos de Dios.
Uno es el Señor, y el otro es el siervo; uno es el Maestro, y el otro, el discípulo. Aunque los logros de Pablo eran muchos, no podía comparase con su Señor. Sólo al ser sensibles y perspicaces, conoceremos al Señor según se describe en los evangelios y a los apóstoles según se describen en Hechos. Si no somos sensible, nada nos impresionará. Aun si el Señor desea mostrarnos algo, no podremos postrarnos delante de El y adorarlo.
Un hombre descuidado trata la Biblia como si fuera un libro de narraciones sin importancia; trata de interpretarlo todo, y es difícil que el Espíritu Santo lo impresione con algo.

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