Hebreos 5:14 dice: “Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por la práctica tienen las facultades ejercitadas en el discernimiento del bien y del mal”. La palabra práctica se puede traducir “hábito”. Existe una condición para recibir la palabra de Dios: el hombre tiene que haber alcanzado madurez. Solamente un hombre maduro puede comer alimento sólido. ¿Por qué una persona tiene que ser madura para poder comer algo sólido? Esto tiene que ver con su hábito. Una persona madura puede comer alimento sólido porque está acostumbrada. Ya que sus facultades están ejercitadas, puede diferenciar entre lo bueno y lo malo. El versículo 13 hace alusión a ser experto en la palabra de justicia, lo cual significa ser experto en la Palabra de Dios. En el griego la palabra experto tiene que ver con una destreza en la industria; significa ser diestro. Algunos trabajadores no tienen mucha habilidad, mientras que otros son hábiles. Un trabajador diestro ha pasado por mucho adiestramiento y ha desarrollado habilidad en su ramo. Un erudito en la Palabra de Dios está bien adiestrado y es hábil en ella.
Si una persona desea estudiar la Biblia y entenderla, debe tener las facultades ejercitadas por la práctica. La Biblia deja en evidencia nuestra condición. La clase de persona que somos determina la clase de Biblia que leemos. Si queremos saber cómo es el carácter y las costumbres de una persona, todo lo que tenemos que hacer es mostrarle un capítulo de las Escrituras y ver qué saca de ahí. La clase de persona que uno es determina la clase de lectura que hace. Un hombre curioso hallará la Biblia llena de curiosidades. Una persona intelectual leerá una Biblia llena de raciocinios. Una persona simple verá en la Biblia una colección de versículos y nada más. Es un hecho que el carácter y los hábitos del hombre se revelan con frecuencia por su lectura de la Biblia. Si una persona no ha sido disciplinada por Dios en su carácter ni en sus hábitos, caerá en un error garrafal, y la lectura que haga de la Biblia será espiritualmente estéril. ¿Qué clase de carácter y de costumbres debe tener una persona para leer la Biblia?
A. No ser subjetivos
Los lectores de la Biblia deben aprender a ser objetivos. Una persona subjetiva no puede entender la Biblia, pues no es apta para ser aprendiz. Si hablamos con una persona objetiva, inmediatamente sabrá de qué hablamos. Pero una persona subjetiva no nos entenderá ni siquiera después de repetirle lo mismo por tercera vez. Mucha gente no entiende lo que otros dicen, no por carecer de capacidad intelectual, sino por ser demasiado subjetivos. Ellos viven encerrados en su mente y no reciben lo que otros dicen. Están llenos de ideas, opiniones y propuestas. Lo que otros dicen les tiene sin cuidado. Es posible que sus pensamientos estén concentrados en el agua, cuando los demás están hablando de las montañas. Todo lo que oyen lo interpretan como agua. Una persona subjetiva no puede entender con exactitud las palabras de otros, mucho menos la palabra de Dios. Si no puede entender las cosas mundanas, mucho menos entenderá las espirituales.
Es notorio que los buenos estudiantes de la Biblia son muy buenos oyentes. Cuando alguien dice algo, entienden exactamente lo que les dice. Una persona objetiva escucha a los demás y puede entender la Biblia. En contraste, algunas personas no tienen idea de lo que otros dicen ni aún después de escucharlos varias veces. Tienen demasiadas cosas en su cabeza. Están llenos de ideas, opiniones y propuestas. La gente les puede repetir la misma cosa una o dos veces, y con todo, no la entienden. Para saber si somos subjetivos, basta con preguntarnos si entendemos lo que los demás nos dicen. ¿Podemos entender lo que los demás dicen aun cuando no sean muy explícitos? Nuestros días en esta tierra son limitados. Si somos subjetivos, el tiempo que tenemos disponible se reducirá grandemente. Una persona objetiva puede obtener más de la Biblia al leerla una vez de lo que obtendría una persona subjetiva después de leerla diez veces. Un hombre subjetivo no comprende lo que lee, ni aun después de leerlo diez veces. La Biblia estará fuera de su alcance y no le dejará ninguna impresión. Recuerde la historia de Samuel. Cuando el Señor lo llamó, fue a Elí varias veces porque pensaba que era éste quien lo llamaba (1 S. 3:4-10). Aunque Dios lo estaba llamando, él pensó que era Elí. Había oído muchas veces la voz de Elí, pero esta vez indudablemente no era esa voz. ¿No podía él notar la diferencia entre la voz de Elí y la de Dios? Esta confusión se debió a su subjetividad. El problema de muchas personas es que no permiten que Dios rompa su subjetividad. No importa cuánto estudien la Biblia, no se pueden formar una clara impresión de ella. Parece como si nunca oyeran hablar a Dios. Cuando acudimos al Señor por medio de la lectura de Su Palabra, nuestra mente debe estar abierta a El. Nuestras opiniones, sentimientos, motivos y todo lo que somos debe estar abierto a El. En otras palabras, no podemos ser subjetivos. Debemos estar conscientes de la importancia de este asunto, pues si no lo resolvemos, no podemos leer la Biblia como se debe. Una persona objetiva lo espera todo; espera que Dios hable. Su ser interior espera la palabra de Dios impasiblemente. Si una persona se halla en esta condición, cuando se abre a la Palabra de Dios, fácilmente entiende lo que Dios dice. Es innecesario preguntar si un hombre es espiritual o no. Lo único que tenemos que hacer es preguntarle qué recibió al leer cierto capítulo de la Biblia. Muchos no pueden decirnos nada. Esto demuestra que son subjetivos. A una persona subjetiva no le es fácil escuchar a los demás, porque es como las personas descritas en Hebreos 5:11, que son “tardos para oír”. Mucha gente está llena de cosas, y las palabras de los demás no hallan cabida en ellos. Ser subjetivo es un problema muy serio. Un hombre subjetivo no puede oír la palabra de Dios ni puede tocar las cosas espirituales.
B. No ser descuidados
En segundo lugar, nadie debe ser descuidado en su lectura de la Biblia, pues es un libro muy exacto. Ni una sola palabra puede ser mal leída ni remplazada. Si una persona es descuidada, pasará por alto la palabra de Dios. Tanto una persona subjetiva como una descuidada pasan por alto la palabra de Dios. Tenemos que ser cuidadosos. Cuanto más conozcamos la Palabra de Dios, más cuidado tendremos. Una persona descuidada lee la Biblia sin prestar atención a lo que dice. Cuando oímos a un hermano hablar de la Biblia, sabemos si es descuidado o si es meticuloso. Muchas personas que son descuidadas, cuando leen o memorizan versículos, cometen errores en palabras cruciales. Este es un hábito terrible. Es muy fácil desarrollar el hábito de ser inexactos. Esto nos guiará a un entendimiento incorrecto de la Biblia. En muchas ocasiones un pequeño descuido de nuestra parte nos guiará a un entendimiento confuso de la palabra de Dios.
C. No buscar rarezas
En tercer lugar, al tratar de ser exactos, no debemos buscar cosas extrañas. La Palabra de Dios es exacta, pero nunca debemos estudiarla buscando en ella rarezas. Si la escudriñamos con una mente curiosa, le quitaremos el valor espiritual. La Biblia es un libro espiritual, y tenemos que ejercitar nuestro espíritu para poder entenderla. Si buscamos exactitud para satisfacer nuestra curiosidad, y no nuestras necesidades espirituales, vamos por el rumbo equivocado. Es lamentable que mucha gente lea la Biblia con la meta de descubrir cosas extrañas. Algunos pasan mucho tiempo tratando de averiguar si el árbol del conocimiento del bien y del mal era una vid o no. Esta clase de estudio de la Biblia es vano. Debemos recordar que la Biblia es un libro espiritual. Tenemos que tocar en ella la vida, el espíritu y al Señor. Una vez que toquemos las cosas espirituales, reconoceremos automáticamente la precisión de la Palabra porque todas las cosas espirituales son inherentemente exactas. Pero si en algún asunto no procuramos lo espiritual, vamos por el camino equivocado. A algunos les gusta tomar el sendero de la curiosidad. Su estudio de las profecías es motivado por la curiosidad. No estudian las profecías esperando el regreso del Señor, sino porque desean conocer el futuro. Hay una gran diferencia entre ser espiritual y no serlo. Si somos curiosos, todas las cosas espirituales y valiosas se volverán inertes y carentes de espiritualidad cuando caigan en nuestras manos. Este asunto es muy serio. Delante del Señor, tenemos que distinguir entre lo valioso y lo que no lo es. Tenemos que distinguir entre las cosas que son importantes y las que no lo son. El Señor Jesús dijo: “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley” (Mt. 5:18). Pero también dijo que hay asuntos importantes en la ley (23:23). La ley es tan exacta que ni una jota ni una tilde de ella pasará, pero también en ella hay cosas importantes. Los que buscan curiosidades toman constantemente cosas triviales y las estudian. Si se dedican a las cosas superficiales, terminarán siendo personas superficiales. Bien dijo el Señor Jesús que ellos cuelan el mosquito y tragan el camello (v. 24). Cuelan las cosas más minúsculas y dejan pasar lo más trascendente. Esta clase de lectura es errónea. Este error proviene de nuestro carácter y de nuestra búsqueda de cosas extrañas. Si no cambiamos nuestra forma de ser, no podemos leer la Biblia como se debe.
Los rasgos mencionados —la subjetividad, el descuido y la búsqueda de rarezas— son defectos comunes. Debemos vencer esos defectos delante del Señor. Debemos ser objetivos, exactos y serios. Un carácter objetivo, exacto y serio no se forma en nosotros de la noche a la mañana; tenemos que disciplinarnos al punto de desarrollar el hábito. Cada vez que tomemos la Biblia, debemos leerla con objetividad, exactitud y seriedad. Cuando tengamos el carácter sólido y la debida costumbre, sabremos cómo leer la Biblia.
Si una persona desea estudiar la Biblia y entenderla, debe tener las facultades ejercitadas por la práctica. La Biblia deja en evidencia nuestra condición. La clase de persona que somos determina la clase de Biblia que leemos. Si queremos saber cómo es el carácter y las costumbres de una persona, todo lo que tenemos que hacer es mostrarle un capítulo de las Escrituras y ver qué saca de ahí. La clase de persona que uno es determina la clase de lectura que hace. Un hombre curioso hallará la Biblia llena de curiosidades. Una persona intelectual leerá una Biblia llena de raciocinios. Una persona simple verá en la Biblia una colección de versículos y nada más. Es un hecho que el carácter y los hábitos del hombre se revelan con frecuencia por su lectura de la Biblia. Si una persona no ha sido disciplinada por Dios en su carácter ni en sus hábitos, caerá en un error garrafal, y la lectura que haga de la Biblia será espiritualmente estéril. ¿Qué clase de carácter y de costumbres debe tener una persona para leer la Biblia?
A. No ser subjetivos
Los lectores de la Biblia deben aprender a ser objetivos. Una persona subjetiva no puede entender la Biblia, pues no es apta para ser aprendiz. Si hablamos con una persona objetiva, inmediatamente sabrá de qué hablamos. Pero una persona subjetiva no nos entenderá ni siquiera después de repetirle lo mismo por tercera vez. Mucha gente no entiende lo que otros dicen, no por carecer de capacidad intelectual, sino por ser demasiado subjetivos. Ellos viven encerrados en su mente y no reciben lo que otros dicen. Están llenos de ideas, opiniones y propuestas. Lo que otros dicen les tiene sin cuidado. Es posible que sus pensamientos estén concentrados en el agua, cuando los demás están hablando de las montañas. Todo lo que oyen lo interpretan como agua. Una persona subjetiva no puede entender con exactitud las palabras de otros, mucho menos la palabra de Dios. Si no puede entender las cosas mundanas, mucho menos entenderá las espirituales.
Es notorio que los buenos estudiantes de la Biblia son muy buenos oyentes. Cuando alguien dice algo, entienden exactamente lo que les dice. Una persona objetiva escucha a los demás y puede entender la Biblia. En contraste, algunas personas no tienen idea de lo que otros dicen ni aún después de escucharlos varias veces. Tienen demasiadas cosas en su cabeza. Están llenos de ideas, opiniones y propuestas. La gente les puede repetir la misma cosa una o dos veces, y con todo, no la entienden. Para saber si somos subjetivos, basta con preguntarnos si entendemos lo que los demás nos dicen. ¿Podemos entender lo que los demás dicen aun cuando no sean muy explícitos? Nuestros días en esta tierra son limitados. Si somos subjetivos, el tiempo que tenemos disponible se reducirá grandemente. Una persona objetiva puede obtener más de la Biblia al leerla una vez de lo que obtendría una persona subjetiva después de leerla diez veces. Un hombre subjetivo no comprende lo que lee, ni aun después de leerlo diez veces. La Biblia estará fuera de su alcance y no le dejará ninguna impresión. Recuerde la historia de Samuel. Cuando el Señor lo llamó, fue a Elí varias veces porque pensaba que era éste quien lo llamaba (1 S. 3:4-10). Aunque Dios lo estaba llamando, él pensó que era Elí. Había oído muchas veces la voz de Elí, pero esta vez indudablemente no era esa voz. ¿No podía él notar la diferencia entre la voz de Elí y la de Dios? Esta confusión se debió a su subjetividad. El problema de muchas personas es que no permiten que Dios rompa su subjetividad. No importa cuánto estudien la Biblia, no se pueden formar una clara impresión de ella. Parece como si nunca oyeran hablar a Dios. Cuando acudimos al Señor por medio de la lectura de Su Palabra, nuestra mente debe estar abierta a El. Nuestras opiniones, sentimientos, motivos y todo lo que somos debe estar abierto a El. En otras palabras, no podemos ser subjetivos. Debemos estar conscientes de la importancia de este asunto, pues si no lo resolvemos, no podemos leer la Biblia como se debe. Una persona objetiva lo espera todo; espera que Dios hable. Su ser interior espera la palabra de Dios impasiblemente. Si una persona se halla en esta condición, cuando se abre a la Palabra de Dios, fácilmente entiende lo que Dios dice. Es innecesario preguntar si un hombre es espiritual o no. Lo único que tenemos que hacer es preguntarle qué recibió al leer cierto capítulo de la Biblia. Muchos no pueden decirnos nada. Esto demuestra que son subjetivos. A una persona subjetiva no le es fácil escuchar a los demás, porque es como las personas descritas en Hebreos 5:11, que son “tardos para oír”. Mucha gente está llena de cosas, y las palabras de los demás no hallan cabida en ellos. Ser subjetivo es un problema muy serio. Un hombre subjetivo no puede oír la palabra de Dios ni puede tocar las cosas espirituales.
B. No ser descuidados
En segundo lugar, nadie debe ser descuidado en su lectura de la Biblia, pues es un libro muy exacto. Ni una sola palabra puede ser mal leída ni remplazada. Si una persona es descuidada, pasará por alto la palabra de Dios. Tanto una persona subjetiva como una descuidada pasan por alto la palabra de Dios. Tenemos que ser cuidadosos. Cuanto más conozcamos la Palabra de Dios, más cuidado tendremos. Una persona descuidada lee la Biblia sin prestar atención a lo que dice. Cuando oímos a un hermano hablar de la Biblia, sabemos si es descuidado o si es meticuloso. Muchas personas que son descuidadas, cuando leen o memorizan versículos, cometen errores en palabras cruciales. Este es un hábito terrible. Es muy fácil desarrollar el hábito de ser inexactos. Esto nos guiará a un entendimiento incorrecto de la Biblia. En muchas ocasiones un pequeño descuido de nuestra parte nos guiará a un entendimiento confuso de la palabra de Dios.
C. No buscar rarezas
En tercer lugar, al tratar de ser exactos, no debemos buscar cosas extrañas. La Palabra de Dios es exacta, pero nunca debemos estudiarla buscando en ella rarezas. Si la escudriñamos con una mente curiosa, le quitaremos el valor espiritual. La Biblia es un libro espiritual, y tenemos que ejercitar nuestro espíritu para poder entenderla. Si buscamos exactitud para satisfacer nuestra curiosidad, y no nuestras necesidades espirituales, vamos por el rumbo equivocado. Es lamentable que mucha gente lea la Biblia con la meta de descubrir cosas extrañas. Algunos pasan mucho tiempo tratando de averiguar si el árbol del conocimiento del bien y del mal era una vid o no. Esta clase de estudio de la Biblia es vano. Debemos recordar que la Biblia es un libro espiritual. Tenemos que tocar en ella la vida, el espíritu y al Señor. Una vez que toquemos las cosas espirituales, reconoceremos automáticamente la precisión de la Palabra porque todas las cosas espirituales son inherentemente exactas. Pero si en algún asunto no procuramos lo espiritual, vamos por el camino equivocado. A algunos les gusta tomar el sendero de la curiosidad. Su estudio de las profecías es motivado por la curiosidad. No estudian las profecías esperando el regreso del Señor, sino porque desean conocer el futuro. Hay una gran diferencia entre ser espiritual y no serlo. Si somos curiosos, todas las cosas espirituales y valiosas se volverán inertes y carentes de espiritualidad cuando caigan en nuestras manos. Este asunto es muy serio. Delante del Señor, tenemos que distinguir entre lo valioso y lo que no lo es. Tenemos que distinguir entre las cosas que son importantes y las que no lo son. El Señor Jesús dijo: “Ni una jota ni una tilde pasará de la ley” (Mt. 5:18). Pero también dijo que hay asuntos importantes en la ley (23:23). La ley es tan exacta que ni una jota ni una tilde de ella pasará, pero también en ella hay cosas importantes. Los que buscan curiosidades toman constantemente cosas triviales y las estudian. Si se dedican a las cosas superficiales, terminarán siendo personas superficiales. Bien dijo el Señor Jesús que ellos cuelan el mosquito y tragan el camello (v. 24). Cuelan las cosas más minúsculas y dejan pasar lo más trascendente. Esta clase de lectura es errónea. Este error proviene de nuestro carácter y de nuestra búsqueda de cosas extrañas. Si no cambiamos nuestra forma de ser, no podemos leer la Biblia como se debe.
Los rasgos mencionados —la subjetividad, el descuido y la búsqueda de rarezas— son defectos comunes. Debemos vencer esos defectos delante del Señor. Debemos ser objetivos, exactos y serios. Un carácter objetivo, exacto y serio no se forma en nosotros de la noche a la mañana; tenemos que disciplinarnos al punto de desarrollar el hábito. Cada vez que tomemos la Biblia, debemos leerla con objetividad, exactitud y seriedad. Cuando tengamos el carácter sólido y la debida costumbre, sabremos cómo leer la Biblia.
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