LA CONSAGRACIÓN
a) Abriendo nuestro corazón La apertura del corazón La Biblia es la Palabra de Dios y está llena de Su luz. Pero ésta no puede alumbrar a los que no se abren a El. En 2 Corintios 3:18 dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor”. El requisito básico para ser iluminados por la gloria del Señor es mirarlo a cara descubierta. Si uno se acerca al Señor con un velo en el rostro, la gloria no lo iluminará.
La luz de Dios solamente iluminará a los que están abiertos a El. Si uno no se abre a Dios, no recibirá Su luz. El problema de algunos es que están cerrados al Señor. Su espíritu, su corazón, su voluntad y su mente están cerrados para Dios. Como resultado, la luz de las Escrituras no llega a ellos. Es como el sol que es todo luz y alumbra en el mundo entero, pero su luz no llega a una persona encerrada en un cuarto cuyas puertas y ventanas están cerradas. No hay problema con la luz, sino con la ubicación de la persona. La luz solamente brilla para los que están de cara a ella. Esto es válido en cuanto a la luz física, y lo mismo sucede con la luz espiritual. Cuando nos encerramos, la luz no puede alumbrarnos. Algunas personas están cerradas al Señor y, por tanto, no pueden ver Su luz. No debemos simplemente prestar atención a la lectura y al estudio; debemos preguntarnos si estamos abiertos al Señor.
Si no tenemos el rostro descubierto, la gloria del Señor no brillará en nosotros. Si nuestro corazón no se abre a Dios, El no puede darnos luz. La luz opera de acuerdo con una ley; ella alumbra a los que están abiertos a ella, y su intensidad depende de la apertura de la persona. En caso de que todas las puertas y ventanas de un cuarto estén cerradas, si hay sólo una pequeña rendija, la luz entrará.
No es difícil obtener la luz. Un hombre que se ha cerrado para con Dios puede estudiar y orar mucho, pero seguirá sin entender la Biblia. Es muy difícil que un hombre reciba luz cuando no está abierto a Dios. La luz de Dios no llega incondicionalmente. Para recibir la luz de Dios, uno debe primero satisfacer las condiciones necesarias para recibirla.
Todos los hijos de Dios tienen la Biblia, pero la luz que cada uno de ellos recibe de ella varía. Algunos ignoran por completo lo que la Biblia dice; otros reciben algo de luz al leerla, y hay otros que son llenos de luz cuando la leen. Esta diferencia se debe a que las personas que la leen son diferentes. La luz de Dios es la misma, pero las personas varían. Quienes se abren a Dios pueden entender la Biblia, pero aquellos que están cerrados no.
Algunos están completamente cerrados y, como resultado, están en completa obscuridad. Otros están cerrados parcialmente y, por ende, reciben una luz parcial. Cualquier carencia de visión que experimentemos, ya sea grande o pequeña, completa o parcial, indica que estamos en tinieblas. Nunca debemos pensar que es insignificante encontrar dificultades para entender la Biblia. Si tal es el caso, eso sólo significa una cosa: ¡vivimos en tinieblas!
Es un problema serio leer la Palabra de Dios sin entenderla y sin recibir luz de ella. Podemos preguntar, entonces, ¿qué significa abrirnos a Dios?
La apertura viene de una consagración incondicional y sin reservas.
Abrirse a Dios no es una actitud temporal; es una disposición permanente que el hombre desarrolla delante de El. No es un actitud ocasional, sino una práctica continua. Nos abrimos a Dios como resultado de una consagración incondicional. Si la consagración de un hombre a Dios es absoluta, no tendrá reservas para con Dios ni estará cerrado.
Estar cerrado en alguna medida refleja una falta de consagración. La oscuridad es el resultado de estar cerrado, lo cual, a su vez, es el resultado de no estar consagrado. Siempre que falte consagración, habrá reservas. Cuando un hombre se niega a humillarse delante de Dios en alguna área, tratará de justificarse. Como consecuencia, no podrá entender la verdad bíblica relacionada con dicha área.
Tan pronto como toque esa área, tratará de esquivarla. Esta es la razón por la cual decimos que estar cerrados nos deja en la oscuridad y que es el resultado de la falta de consagración. Las tinieblas son el resultado de estar encerrado, y estar cerrado en cualquier área es el producto de la carencia de consagración y sumisión.
b) El ojo sencillo
Muchos pasajes de la Biblia hablan explícitamente de la luz. En Mateo 6:22 el Señor Jesús habla de la luz del corazón, diciendo: “La lámpara del cuerpo es el ojo”. El Señor no dijo que el ojo es la luz del cuerpo, sino la lámpara del cuerpo. La luz se refiere a Dios, mientras que la lámpara se refiere a nosotros.
La luz está en la Palabra de Dios, y la lámpara hace referencia a nosotros. La lámpara es portadora de la luz. En otras palabras, Dios deposita Su luz en la lámpara, y ésta difunde la luz. Para que la Palabra de Dios resplandezca en nosotros, debemos tener una lámpara dentro de nosotros. Esta lámpara es nuestro ojo. “Así que, si tu ojo es sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas” (vs. 22-23). El Señor especifica una condición para que todo nuestro cuerpo esté lleno de luz: nuestro ojo debe ser sencillo.
¿Qué significa tener un ojo sencillo? Aunque tenemos dos ojos, ambos se enfocan en una sola cosa; solamente ven un objeto a la vez. Si pudiésemos enfocar la vista en más de un objeto, tendríamos problemas visuales, y ninguno de los dos ojos tendría una vista clara. No serían sencillos. Para que los ojos puedan ver claramente, deben enfocar un solo punto; no pueden enfocar dos. La iluminación proviene de la luz, y se relaciona con los ojos. Si no hemos experimentado la gracia ni la misericordia, la luz no nos ha iluminado.
Pero como recibimos gracia y misericordia, la luz nos ilumina. Si nuestro ojo no es sencillo, no puede recibir la luz. Muchas personas no tienen un ojo sencillo; no miran un solo objeto, sino que ven dos cosas a la vez. El problema no está en la luz, sino en su vista. Algunas veces ven un objeto como si fueran dos. La luz no es clara para ellos. En realidad, están en total oscuridad. El Señor dijo: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o será fiel al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (6:24).
Muchas personas no tienen luz porque su ojo no es sencillo. La razón por la cual su ojo no es sencillo es que no se han consagrado al Señor. ¿Qué es la consagración? Es servir solamente a Jehová.
El hombre no puede servir a dos amos, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o será fiel a uno y menospreciará al otro; no puede servir a ambos. Nadie puede mantener tal equilibrio. Nadie puede servir al Señor por una parte, y por otra, a las riquezas. Todos los que tratan de servir a dos amos, tarde o temprano se dan cuenta de que aman a uno y aborrecen al otro. Debemos consagrarnos al Señor incondicionalmente, o serviremos a las riquezas completamente. El Señor dice que el ojo tiene que ser sencillo. Esto significa que nuestro servicio y nuestra consagración deben ser exclusivas. Una consagración completa consiste en poner la vista en un solo objeto.
Rogamos que el Señor nos muestre este principio básico. Si deseamos leer la Biblia, entender sus enseñanzas y recibir sus revelaciones, tenemos que asumir nuestra responsabilidad delante del Señor. Tenemos que consagrarnos por completo a El. Solamente esto nos dará luz en la Biblia.
Si tenemos problemas con nuestra consagración, los tendremos con nuestra visión. Si uno tiene problema con la visión, significa que tiene problema con la consagración. Debemos estar plenamente convencidos de que ningún hombre puede servir a dos amos. El otro amo es el dinero y las riquezas.
Por causa del dinero, a muchos les ha sido difícil ver la luz de la Biblia. Mucha gente ha estado con un velo, sin la luz de la Palabra, por causa de las riquezas. Muchos no pueden ver la verdad contenida en la Biblia porque están muy apegados al dinero.
Además de Dios, tienen al dinero, y no están dispuestos a dejar su desesperación por conseguir dinero. Se hallan en un conflicto entre la verdad y sus intereses personales. Si pudieran hacer a un lado sus intereses personales y seguir la verdad a toda costa, podrían entender claramente la Biblia. Mucha gente hace a un lado las enseñanzas de la Biblia por su apego a las riquezas.
Si todos los creyentes estuvieran libres del amor a las riquezas, serían muchos más los que obedecerían a Dios. Tenemos que hacer caso a esta advertencia que Dios nos hace. Cada vez que nos descuidemos y nos volvamos un poquito a nuestros intereses privados, la luz de Dios se interrumpirá. Si queremos ver la luz, no podemos servir al dinero. No podemos tener dos intereses diferentes; no podemos servir a los intereses de Dios al mismo tiempo que a los nuestros. Solamente debemos concentrarnos en los intereses de uno solo, los de Dios.
En el momento en que tenemos en cuenta nuestros intereses personales, ya tenemos dos amos, y nuestro ojo ya no es sencillo. Una persona que tiene dos motivaciones o que retenga sus intereses privados no puede estudiar la Biblia. Solamente los que tienen un ojo sencillo pueden estudiar la Biblia. ¿Cómo puede el ojo ser sencillo? El Señor dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (6:21). Es asombroso que cuando tenemos control sobre las riquezas, éstas no nos perjudican sino que nos son útiles. Cuando nuestro corazón está entregado a las riquezas, amamos el dinero, y es difícil que nuestro corazón se incline a Dios. Pero si podemos gobernar nuestro tesoro, podremos gobernar nuestro corazón. Es por eso que debemos aprender a deshacernos de nuestros tesoros. El Señor dijo: “Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Cuando un hombre deposita sus tesoros a los pies del Señor, espontáneamente su corazón estará a Sus pies; si deposita su tesoro en los cielos, allí estará su corazón, pues donde esté nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón. Si todo lo que tenemos está junto a Dios, nuestro corazón espontáneamente estará con El, y nuestro ojo será sencillo.
Para entender la Biblia, necesitamos una consagración absoluta. Sin consagración, nuestro corazón no se dirige a Dios. Una característica especial de la consagración es que lleva nuestro corazón a Dios. Cuando lo ofrecemos todo a Dios, nuestro corazón irá detrás, porque nuestro tesoro fue trasladado. Hay dos clases de consagración. En una el corazón va primero, y en la otra, el corazón va en pos.
Algunas personas consagran sus tesoros después de que sus corazones son conmovidos. Otras se han dado cuenta de que después de consagrar sus tesoros, sus corazones los siguen. No importa si creemos que nuestro corazón nos va a seguir o no, de todos modos, lo único que debemos hacer es consagrarnos. Todo aquello de lo cual nos asimos y que nos es más querido, debe irse primero. Estas cosas debemos dárselas en el nombre del Señor a los necesitados.
Cuando regalamos nuestros bienes, nuestro corazón va al Señor y cuando todas nuestras cosas están con el Señor, nuestro ojo se vuelve sencillo. Una vez que nuestro ojo se vuelve sencillo, puede ver con claridad, y la luz brilla en él. El Señor dijo: “Todo tu cuerpo estará lleno de luz” (v. 22). ¿Qué significa estar lleno de luz? Significa tener suficiente luz para que nuestros pies puedan andar, para que nuestras manos puedan trabajar y para que nuestra mente pueda pensar. En otras palabras, tenemos luz en todas las áreas. La luz llena nuestra parte emotiva, nuestra voluntad, nuestra mente, nuestro amor, nuestro andar y nuestra senda. Podemos verlo todo porque nuestro ojo es sencillo. Dijimos ya que solamente el hombre espiritual puede entender la Biblia.
Ahora tenemos que agregar que solamente los que se consagran pueden entender la Biblia. Si una persona no se consagra, no puede comprender bien la Biblia. Al abrirla, se encuentra con áreas que no ha consagrado, y queda en tinieblas. Cuando avance en la lectura, encontrará otros aspectos de sí misma que no ha consagrado, y de nuevo las tinieblas la envolverán. Cuando las tinieblas rodean al hombre, éste no tiene esperanza de recibir nada de Dios. El hombre debe entregarse por completo a Dios. No puede servir al Señor por una parte y esperar, por otra, seguir su propio camino. Algunas personas alegan que son sinceras en su búsqueda de la voluntad de Dios, y aún así, desconocen lo que enseña la Biblia. Dicen que no saben dónde radican sus problemas. Pero esto es sólo un pretexto; no es un hecho. El hombre se queda en su ignorancia por no tomar el camino de Dios. Si sigue con seriedad la senda del Señor, hallará el camino despejado. Aquellas personas cuyo ojo no es sencillo nunca pueden ver claramente.
C. La necesidad de obedecer continuamente.
Dios nos revela las enseñanzas bíblicas según la medida de nuestra obediencia. Cuanto más lo obedezcamos, más luz recibiremos. Si seguimos obedeciendo a Dios, seguiremos viendo. Sin consagración es imposible ver. Sin una obediencia constante, no podemos continuar viendo. Si nuestra consagración no es absoluta, la iluminación no va a ser grande. Si nuestra obediencia no es absoluta, la luz que recibamos no será completa.
Por consiguiente, lo fundamental es la consagración. Si el hombre no entiende el significado de la consagración, no puede entender la Biblia. Una persona consagrada no solamente debe tener una consagración inicial, sino que tiene que mantener su obediencia delante del Señor en todo momento. Sólo de esta manera podrá ver continuamente. La medida de luz que un hombre recibe depende de cuanto obedezca después de su consagración inicial. Si somos perfectos en nuestra obediencia, seremos perfectos en nuestra visión.
Debemos prestar especial atención a lo dicho por el Señor en Juan 7:17: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la enseñanza es de Dios, o si Yo hablo por Mi propia cuenta”. Si una persona desea hacer la voluntad de Dios, podrá conocerla. En otras palabras, la obediencia es una condición para conocer la voluntad de Dios. La decisión de hacer la voluntad de Dios es la condición para conocer la enseñanza de Dios.
Si una persona no tiene la intención de hacer la voluntad de Dios y desea conocer la enseñanza de Dios, está pidiendo algo imposible. Para conocer la enseñanza de Dios, el hombre debe estar determinado a cumplirla. Esta determinación se relaciona con la actitud. Dios desea que primero tengamos una actitud obediente; entonces, la enseñanza de Dios nos será clara. No debemos preguntar qué es lo que la Biblia enseña, sino si estamos dispuestos a obedecerla.
El problema reside en nuestra actitud; no tiene nada que ver con la enseñanza de la Biblia. La Biblia puede estar abierta para nosotros dependiendo de nuestra actitud hacia Dios. Nosotros somos responsables por nuestra actitud; mientras que Dios es responsable por Su enseñanza. Si nuestra actitud es correcta, Dios nos da revelación y abre nuestros ojos inmediatamente. Si complementamos esto con nuestra obediencia, nuestra actitud, una vez, más será correcta, y Dios nos concederá más revelación. Primero se requiere una actitud correcta, y sólo entonces se recibe la revelación.
Si respondemos a la revelación con obediencia, tendremos la actitud correcta y recibiremos más revelación. Muchos afirman haber visto las verdades de la Biblia. En realidad, solamente quienes resuelven hacer la voluntad de Dios las han visto, y sólo ellos pueden decir que su visión es clara y completa. El Señor tiene que trabajar mucho en nosotros antes de que podamos “decidir” esto. No piensen que la luz viene gratuitamente. Toda visión viene acompañada de un alto precio; tenemos que pagar el precio para ver.
Algunas veces el Señor tiene que hacer pasar a la persona por dos o tres experiencias antes de que vea algo. Otras veces Dios tiene que hacerlo pasar por otras seis o siete experiencias.
La luz de Dios viene con frecuencia a nosotros indirectamente. Primero brilla en un objeto, el cual la refleja a nosotros. La luz de Dios viene frecuentemente de un modo indirecto. Debemos ver la luz desde cierto ángulo, antes de poder verla desde otro. En ocasiones necesitamos pasar por varias experiencias antes de ver la luz.
Si somos desobedientes en algo, perderemos la revelación. Es así como actúa la luz de Dios. Muchas veces podemos ver claramente sólo cuando nosotros mismos nos hemos ubicado en diferentes ángulos. Cuanto más alto sea el precio que paguemos delante del Señor, más luz recibiremos. La obediencia en algo nos guiará a obedecer otra cosa y luego a obedecer muchas cosas más. Lo que experimentamos de la luz nos guiará a otra experiencia y luego a más luz.
La voluntad de Dios está detrás de todo lo que El dispone. Siempre que una persona pierde dos o tres oportunidades de obedecer a Dios, sufre una pérdida delante de El. No importa cuánta confianza tengamos en nuestra consagración y obediencia, tenemos que darnos cuenta de que cada vez que tenemos un velo, se debe a que algo no está bien en nuestra consagración. Si no vemos, son nuestros ojos los que están mal. Dios no carece de luz, pero cada vez que El ve renuencia de nuestra parte, detiene Sus palabras.Dios nunca fuerza a nadie a hacer nada, pero tampoco comunica Su palabra de una manera barata. Si encuentra alguna resistencia en nosotros, el Espíritu Santo se aparta y se retrae, pues no se imparte por un bajo precio. Si algo está mal en la consagración de una persona, Dios no le dará ninguna luz. No es un problema trivial que el hombre no entienda la Biblia, porque ello pone en evidencia un problema en su consagración. El colirio espiritual requiere un precio; no se obtiene gratuitamente. Toda visión requiere un precio. Ninguna visión se recibe gratis.
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