Por Christmas Evans
(Christmas Evans, conocido como "el Juan Bunyan de Gales", después de muchos años de predicar, empezó a sentir un anhelo y una necesidad ardiente de una comunión más íntima con Dios. La manera en que él buscó y obtuvo la experiencia de la riqueza y la plenitud del cristiano, que encendió su alma de una unción divina, a continuación la exponemos en sus propias palabras.)
"Ya me había cansado de tener un corazón frío hacia Cristo, su expiación y la obra del Espíritu Santo; de tener un corazón frío en el púlpito, en la oración de madrugada, y mientras que estudiaba. Me sentí obligado a orar, aunque padecía de un corazón duro y un espíritu mundano.
"Después de que comencé a orar en el nombre de Jesús, repentinamente me sentí como si las trabas se caían, y como si las montañas de hielo se derretían dentro de mí. Esto me dio una gran confianza a mi corazón por la promesa del Espíritu Santo. Sentí que todo mi ser fue desahogado de una carga grande, y como si fuera resucitándose de la sepultura de un invierno riguroso.
"Me corrían en abundancia las lágrimas por las mejillas, y me vi en la necesidad de clamar en voz alta, pidiéndole a Dios unas visitaciones de su gracia, el gozo de su salvación, y que Él visitara de nuevo las iglesias bajo mi cargo.
"Así me entregué completamente a Cristo: cuerpo y alma, talentos y labores —toda mi vida— cada día y cada hora que me sobrara, confiando todos mis problemas y angustias en las manos de Cristo…
"En el primer culto después de haber sido trasladado desde las regiones frías y estériles del hielo espiritual hasta las tierras agradables de las promesas de Dios, el Espíritu del Señor obró en los hermanos, persuadiéndolos a orar, especialmente a los diáconos, quienes pidieron vez tras vez que Dios nos visitara con misericordia y nos hiciera efectiva la Palabra de su gracia, convirtiendo a los pecadores".
Un gran avivamiento dio comienzo en la vida del predicador y la gente en todo el país de Gales. Sermones convincentes, el aliento del cielo, el llanto y las alabanzas del pueblo, y el rendimiento de los pecadores a Dios, todos estaban presentes dondequiera que Evans predicó.
Fue alrededor del mismo tiempo de esta experiencia maravillosa de la unción del Espíritu Santo, cuando Christmas Evans escribió su "Alianza Solemne con Dios", la cual dice así:
Una alianza solemne con Dios
-- Te doy a ti, Jesús, mi alma y cuerpo, tú que eres Dios verdadero y la Vida eterna. Líbranos del pecado y de la muerte eterna, y tráeme a la vida eterna. Amén.
-- Cito al día, el sol, la tierra, los árboles —toda la creación— como testigos de que vengo a ti, Redentor de pecadores, para obtener el descanso de mi alma contra el clamor de la culpa y el temor de la eternidad. Amén.
-- Por la confianza que tengo en tu poder, te suplico de todo corazón que tomes la obra en tus manos, y me des un corazón circuncidado para que yo pueda amarte a ti. Crea en mí un espíritu recto, para que yo pueda buscar tu gloria. Concédeme ese principio que tú aprobarás en el Día del juicio, para que no flaquee, y en aquel día no sea descubierta ninguna hipocresía. Concédeme esto en consideración a tu preciosa sangre. Amén.
-- Te suplico, Jesús, Hijo de Dios, que me concedas en tu poder, y por motivo de tu muerte, que yo pueda siempre aclamar a tu sangre que limpia, tal como si tuviéramos un pacto con ella; a tu virtud que nos justifica; y a tu redención que libra. Te pido que me des un gran deseo y un gran interés por la redención de tu sangre, por amor a tu sangre, y que me hagas una parte de tu cuerpo, por amor de tu nombre que has dado a los hombres. Amén .
-- Oh Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, toma mi tiempo, mi fuerza, y los dones y talentos que poseo, en consideración a tu muerte. Con una plena intención de mi corazón, los consagro a tu gloria en la edificación de tu iglesia en el mundo; porque tú eres digno de los corazones y los talentos de los hombres. Amén.
-- Deseo que tú, mi Sumo Sacerdote, confirmes por la autoridad de tu Tribunal Superior, mi utilidad como predicador y mi piedad como cristiano. Que el pecado no tenga lugar en mi corazón, y que mi confianza en tu justicia perdure. No permitas que cometa algún hecho imprudente que pueda marchitar mis dones, haciendo inútil mi vida aún antes de la muerte. Pon tus ojos sobre mí, y guárdame, ¡oh mi Señor y mi Dios para siempre! Amén.
-- Me entrego a ti, Jesucristo el Salvador, en una manera especial para que me protejas de las caídas en las cuales muchos tropiezan, y así tu nombre no sea blasfemado o herido, ni mi paz sea lastimada, tampoco que tu pueblo sea agraviado, o tus enemigos sean endurecidos. Amén.
-- Vengo a ti, suplicándote que hagas un pacto conmigo en el ministerio. Que me favorezcas como lo hiciste a Bunyan, Whitefield, y los demás. Remueve los obstáculos que impiden mi prosperidad. Produce en mí las cosas aprobadas por Dios, para que yo pueda alcanzar esto.
-- Dame un corazón "anhelante de amor" hacia ti y hacia las almas de los hombres. Hazme sentir el poder de tu Palabra antes de que yo lo predique, así como Moisés sintió el poder de su vara antes de que sintiera el efecto en la tierra y en las aguas de Egipto. Te pido esto por amor de tu sangre preciosa, Jesús, mi Todo en todo. Amén.
-- Examíname ahora, y guíame en el camino de justicia. Que yo vea en este mundo lo que realmente soy en tus ojos, para que no me encuentre al contrario cuando la luz de la eternidad amanezca, y yo abra los ojos en la claridad de la inmortalidad. Lávame en tu sangre redentora. Amén.
-- Dame la fuerza de confiar en ti por la comida y la ropa, y para hacerte saber mis necesidades. Permite que tu cuidado hacia mí sea como un privilegio de un pacto entre tú y yo, y no meramente como el cuidado general que tú muestras en alimentar los cuervos que perecen y vestir los lirios que se echan en el horno, sino que te acuerdes de mí como uno de tu familia, y como uno de tus indignos hermanos. Amén.
-- Oh Cristo, que tú me prepares para la muerte, porque tú eres Dios, y te toca a ti solamente decir la palabra. Si es posible (pero sea hecha tu voluntad), no permitas que sufra una enfermedad prolongada, ni que tenga una muerte repentina sin despedirme de mis hermanos, sino que más bien permíteme morir en la presencia de ellos, después de una enfermedad breve.
-- Que todo sea arreglado de tal manera que aquel día de partir de este mundo al otro, no haya la confusión ni desorden, sino que un fallecimiento en paz. Que me permitas esto en consideración a tu agonía en el jardín. Amén.
-- Concede, bendito Señor, que no se nutra en mí ningún pecado que te cause arrojarme de la obra de tu santuario, como los hijos de Elí; y por motivo de tus méritos infinitos, no permitas que mi vida exceda el tiempo de mi utilidad. No me permitas llegar a ser, en mis últimos días, como una madera que estorba la utilidad de otros. Amén.
-- Te imploro, mi Redentor, que presentes estas súplicas delante del Padre, inscribiéndolas en tu Libro con tu propia pluma inmortal, mientras que yo las escribo con mi mano mortal aquí en la tierra.
-- Según la profundidad de tu mérito, tu gracia infinita, tu compasión y tu ternura hacia tu pueblo, firma tu nombre en tu Tribunal Superior a estas súplicas humildes mías; y las confirme con tu Amén, como también yo hago lo mismo en mi parte del pacto. Amén.
(Christmas Evans, conocido como "el Juan Bunyan de Gales", después de muchos años de predicar, empezó a sentir un anhelo y una necesidad ardiente de una comunión más íntima con Dios. La manera en que él buscó y obtuvo la experiencia de la riqueza y la plenitud del cristiano, que encendió su alma de una unción divina, a continuación la exponemos en sus propias palabras.)
"Ya me había cansado de tener un corazón frío hacia Cristo, su expiación y la obra del Espíritu Santo; de tener un corazón frío en el púlpito, en la oración de madrugada, y mientras que estudiaba. Me sentí obligado a orar, aunque padecía de un corazón duro y un espíritu mundano.
"Después de que comencé a orar en el nombre de Jesús, repentinamente me sentí como si las trabas se caían, y como si las montañas de hielo se derretían dentro de mí. Esto me dio una gran confianza a mi corazón por la promesa del Espíritu Santo. Sentí que todo mi ser fue desahogado de una carga grande, y como si fuera resucitándose de la sepultura de un invierno riguroso.
"Me corrían en abundancia las lágrimas por las mejillas, y me vi en la necesidad de clamar en voz alta, pidiéndole a Dios unas visitaciones de su gracia, el gozo de su salvación, y que Él visitara de nuevo las iglesias bajo mi cargo.
"Así me entregué completamente a Cristo: cuerpo y alma, talentos y labores —toda mi vida— cada día y cada hora que me sobrara, confiando todos mis problemas y angustias en las manos de Cristo…
"En el primer culto después de haber sido trasladado desde las regiones frías y estériles del hielo espiritual hasta las tierras agradables de las promesas de Dios, el Espíritu del Señor obró en los hermanos, persuadiéndolos a orar, especialmente a los diáconos, quienes pidieron vez tras vez que Dios nos visitara con misericordia y nos hiciera efectiva la Palabra de su gracia, convirtiendo a los pecadores".
Un gran avivamiento dio comienzo en la vida del predicador y la gente en todo el país de Gales. Sermones convincentes, el aliento del cielo, el llanto y las alabanzas del pueblo, y el rendimiento de los pecadores a Dios, todos estaban presentes dondequiera que Evans predicó.
Fue alrededor del mismo tiempo de esta experiencia maravillosa de la unción del Espíritu Santo, cuando Christmas Evans escribió su "Alianza Solemne con Dios", la cual dice así:
Una alianza solemne con Dios
-- Te doy a ti, Jesús, mi alma y cuerpo, tú que eres Dios verdadero y la Vida eterna. Líbranos del pecado y de la muerte eterna, y tráeme a la vida eterna. Amén.
-- Cito al día, el sol, la tierra, los árboles —toda la creación— como testigos de que vengo a ti, Redentor de pecadores, para obtener el descanso de mi alma contra el clamor de la culpa y el temor de la eternidad. Amén.
-- Por la confianza que tengo en tu poder, te suplico de todo corazón que tomes la obra en tus manos, y me des un corazón circuncidado para que yo pueda amarte a ti. Crea en mí un espíritu recto, para que yo pueda buscar tu gloria. Concédeme ese principio que tú aprobarás en el Día del juicio, para que no flaquee, y en aquel día no sea descubierta ninguna hipocresía. Concédeme esto en consideración a tu preciosa sangre. Amén.
-- Te suplico, Jesús, Hijo de Dios, que me concedas en tu poder, y por motivo de tu muerte, que yo pueda siempre aclamar a tu sangre que limpia, tal como si tuviéramos un pacto con ella; a tu virtud que nos justifica; y a tu redención que libra. Te pido que me des un gran deseo y un gran interés por la redención de tu sangre, por amor a tu sangre, y que me hagas una parte de tu cuerpo, por amor de tu nombre que has dado a los hombres. Amén .
-- Oh Jesucristo, Hijo del Dios Vivo, toma mi tiempo, mi fuerza, y los dones y talentos que poseo, en consideración a tu muerte. Con una plena intención de mi corazón, los consagro a tu gloria en la edificación de tu iglesia en el mundo; porque tú eres digno de los corazones y los talentos de los hombres. Amén.
-- Deseo que tú, mi Sumo Sacerdote, confirmes por la autoridad de tu Tribunal Superior, mi utilidad como predicador y mi piedad como cristiano. Que el pecado no tenga lugar en mi corazón, y que mi confianza en tu justicia perdure. No permitas que cometa algún hecho imprudente que pueda marchitar mis dones, haciendo inútil mi vida aún antes de la muerte. Pon tus ojos sobre mí, y guárdame, ¡oh mi Señor y mi Dios para siempre! Amén.
-- Me entrego a ti, Jesucristo el Salvador, en una manera especial para que me protejas de las caídas en las cuales muchos tropiezan, y así tu nombre no sea blasfemado o herido, ni mi paz sea lastimada, tampoco que tu pueblo sea agraviado, o tus enemigos sean endurecidos. Amén.
-- Vengo a ti, suplicándote que hagas un pacto conmigo en el ministerio. Que me favorezcas como lo hiciste a Bunyan, Whitefield, y los demás. Remueve los obstáculos que impiden mi prosperidad. Produce en mí las cosas aprobadas por Dios, para que yo pueda alcanzar esto.
-- Dame un corazón "anhelante de amor" hacia ti y hacia las almas de los hombres. Hazme sentir el poder de tu Palabra antes de que yo lo predique, así como Moisés sintió el poder de su vara antes de que sintiera el efecto en la tierra y en las aguas de Egipto. Te pido esto por amor de tu sangre preciosa, Jesús, mi Todo en todo. Amén.
-- Examíname ahora, y guíame en el camino de justicia. Que yo vea en este mundo lo que realmente soy en tus ojos, para que no me encuentre al contrario cuando la luz de la eternidad amanezca, y yo abra los ojos en la claridad de la inmortalidad. Lávame en tu sangre redentora. Amén.
-- Dame la fuerza de confiar en ti por la comida y la ropa, y para hacerte saber mis necesidades. Permite que tu cuidado hacia mí sea como un privilegio de un pacto entre tú y yo, y no meramente como el cuidado general que tú muestras en alimentar los cuervos que perecen y vestir los lirios que se echan en el horno, sino que te acuerdes de mí como uno de tu familia, y como uno de tus indignos hermanos. Amén.
-- Oh Cristo, que tú me prepares para la muerte, porque tú eres Dios, y te toca a ti solamente decir la palabra. Si es posible (pero sea hecha tu voluntad), no permitas que sufra una enfermedad prolongada, ni que tenga una muerte repentina sin despedirme de mis hermanos, sino que más bien permíteme morir en la presencia de ellos, después de una enfermedad breve.
-- Que todo sea arreglado de tal manera que aquel día de partir de este mundo al otro, no haya la confusión ni desorden, sino que un fallecimiento en paz. Que me permitas esto en consideración a tu agonía en el jardín. Amén.
-- Concede, bendito Señor, que no se nutra en mí ningún pecado que te cause arrojarme de la obra de tu santuario, como los hijos de Elí; y por motivo de tus méritos infinitos, no permitas que mi vida exceda el tiempo de mi utilidad. No me permitas llegar a ser, en mis últimos días, como una madera que estorba la utilidad de otros. Amén.
-- Te imploro, mi Redentor, que presentes estas súplicas delante del Padre, inscribiéndolas en tu Libro con tu propia pluma inmortal, mientras que yo las escribo con mi mano mortal aquí en la tierra.
-- Según la profundidad de tu mérito, tu gracia infinita, tu compasión y tu ternura hacia tu pueblo, firma tu nombre en tu Tribunal Superior a estas súplicas humildes mías; y las confirme con tu Amén, como también yo hago lo mismo en mi parte del pacto. Amén.
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