...bueno aveces llego a una hora...es bíblico...
Daniel Nash /Principe que prevaleció en oración
El avivamiento más conocido en este periodo del ministerio de Finney fue en Rochester, Nueva York. Más de 100.000 personas se convirtieron durante aquellas reuniones en 1830. Nash y Clarey fueron juntos, y convocaron a otros para que batallen juntos en oración. Los dos eran muy semejantes en su forma de oración. Tenían tanto fervor, y tanta agonía de alma, que resultaba en escenas muy raras los días actuales. Nuestras oraciones tranquilas alcanzan pocos resultados, pero también nos cuestan tan poco...
Finney escribió acerca de ellos: "Nunca vi a alguien sudar sangre, pero conocí a una persona que oraba, a veces hasta sangrar por la nariz. Y conocí personas que oraban hasta mojar la camisa de sudor, en las temperaturas más frías del invierno. He visto personas orando por horas, hasta la extenuación, a causa de la agonía de sus mentes. Tales oraciones prevalecen con Dios. Esta agonía en la oración acontecía también en los avivamientos de Jonathan Edwards."
Existen varios relatos de la oración ejercitada por estos dos hombres durante el avivamiento de Rochester. Algunos citan a Nash, otros a Clarey, otros los dos. Por lo que se pudo averiguar, se quedaron juntos en oración y ayuno gran parte del tiempo, llorando y clamando a Dios. A veces se quedaban postrados, sin fuerzas para quedarse en pie. Su preocupación con los pecadores traía gran presión a sus mentes y corazones. Gemían bajo la carga, arriesgaban la salud, abrían mano de conforts, todo para que la batalla en las regiones celestiales pudiera ser ganada. A veces, se contorcían y gemían en agonía a causa de las almas perdidas.
Dios honró la posición de ellos, y envió avivamiento. Oraban en privado, y Dios respondía públicamente. Prácticamente todo el mundo en la ciudad se convirtió. El único teatro de la ciudad fue transformado en establo, el circo en fábrica, y los bares y tabernas eran cerrados.
Hoy nos rechazamos a luchar con Dios de esta forma, y consecuentemente no debemos sorprendernos delante de la falta del poderoso mover de su Espíritu. No es impresionante que no tengamos problema con personas que se desgastan en los deportes por placer, que trabajan por dinero, que se entregan a la política para conseguir poder, o que se dedican a programas de caridad, pero ¿creemos que es fanático orar de esta forma en favor de las almas perdidas? Podemos hasta morir por la libertad de nuestra patria, pero nunca en favor del adelanto del Reino de Dios. ¿Es algún motivo de espanto que testifiquemos tan poco de los grandes hechos de Dios en nuestros días?
Nash oraba hasta quedar en la cama, totalmente debilitado y enfermo, a causa de la presión espiritual que sentía. El mundo no tendría problema con tal dedicación, si no fuera en favor de las almas perdidas. ¿Por qué la Iglesia también la considera como algo tan extraño?
Nuevamente acerca de las oraciones de Nash, Finney escribió: "Muchas veces él entraba en agonía, antes de que el predicador suba al púlpito, con temor de que su mente estuviera nublada, o su corazón frío, o que él no tuviera unción – y así viniéramos a perder la bendición del Señor. Él oraba hasta recibir convicción interior de que Dios estaría conmigo en la predicación. A veces oraba hasta quedarse enfermo. Vi ocasiones en que él se quedaba debajo de tinieblas por un tiempo, mientras el pueblo estaba llegando. Su mente quedaba llena de ansiedad, y salía entonces para orar, una vez, dos veces, o más, hasta que finalmente volvía hacia la congregación con el rostro en paz, y decía: ‘El Señor vino, y estará con nosotros’. Nunca vi un caso en que él estuviera equivocado."
Finney escribió acerca de ellos: "Nunca vi a alguien sudar sangre, pero conocí a una persona que oraba, a veces hasta sangrar por la nariz. Y conocí personas que oraban hasta mojar la camisa de sudor, en las temperaturas más frías del invierno. He visto personas orando por horas, hasta la extenuación, a causa de la agonía de sus mentes. Tales oraciones prevalecen con Dios. Esta agonía en la oración acontecía también en los avivamientos de Jonathan Edwards."
Existen varios relatos de la oración ejercitada por estos dos hombres durante el avivamiento de Rochester. Algunos citan a Nash, otros a Clarey, otros los dos. Por lo que se pudo averiguar, se quedaron juntos en oración y ayuno gran parte del tiempo, llorando y clamando a Dios. A veces se quedaban postrados, sin fuerzas para quedarse en pie. Su preocupación con los pecadores traía gran presión a sus mentes y corazones. Gemían bajo la carga, arriesgaban la salud, abrían mano de conforts, todo para que la batalla en las regiones celestiales pudiera ser ganada. A veces, se contorcían y gemían en agonía a causa de las almas perdidas.
Dios honró la posición de ellos, y envió avivamiento. Oraban en privado, y Dios respondía públicamente. Prácticamente todo el mundo en la ciudad se convirtió. El único teatro de la ciudad fue transformado en establo, el circo en fábrica, y los bares y tabernas eran cerrados.
Hoy nos rechazamos a luchar con Dios de esta forma, y consecuentemente no debemos sorprendernos delante de la falta del poderoso mover de su Espíritu. No es impresionante que no tengamos problema con personas que se desgastan en los deportes por placer, que trabajan por dinero, que se entregan a la política para conseguir poder, o que se dedican a programas de caridad, pero ¿creemos que es fanático orar de esta forma en favor de las almas perdidas? Podemos hasta morir por la libertad de nuestra patria, pero nunca en favor del adelanto del Reino de Dios. ¿Es algún motivo de espanto que testifiquemos tan poco de los grandes hechos de Dios en nuestros días?
Nash oraba hasta quedar en la cama, totalmente debilitado y enfermo, a causa de la presión espiritual que sentía. El mundo no tendría problema con tal dedicación, si no fuera en favor de las almas perdidas. ¿Por qué la Iglesia también la considera como algo tan extraño?
Nuevamente acerca de las oraciones de Nash, Finney escribió: "Muchas veces él entraba en agonía, antes de que el predicador suba al púlpito, con temor de que su mente estuviera nublada, o su corazón frío, o que él no tuviera unción – y así viniéramos a perder la bendición del Señor. Él oraba hasta recibir convicción interior de que Dios estaría conmigo en la predicación. A veces oraba hasta quedarse enfermo. Vi ocasiones en que él se quedaba debajo de tinieblas por un tiempo, mientras el pueblo estaba llegando. Su mente quedaba llena de ansiedad, y salía entonces para orar, una vez, dos veces, o más, hasta que finalmente volvía hacia la congregación con el rostro en paz, y decía: ‘El Señor vino, y estará con nosotros’. Nunca vi un caso en que él estuviera equivocado."
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