“El sacerdocio emergente, consagrado y dispuesto”
Por Theresa Phillips
Estaba en el Espíritu cuando un pensamiento vino a mi mente. Mientras me sentía cautivada por la presencia del Señor, me encontré observando un río. Al mirar el río pude notar cuatro hombres vestidos con vestimentas sacerdotales reales, con mitras, efods, túnicas, campanas y granadas en el dobladillo de sus vestidos (Éxodo 28). Todas las vestiduras sacerdotales estaban presentes. Estaba asombrada por la majestuosidad de su belleza.
Estos cuatro hombres cargaban el arca del Pacto sobre sus hombros. Sentí que estaba entrando en un momento de santidad sagrada cuando repentinamente noté que cada sacerdote estaba de pie sumergido en el agua hasta los tobillos. El agua que fluía sobre sus pies era tan clara que podía ver el lecho del río.
Luego el agua comenzó a profundizarse. Mientras subía hacia sus rodillas comenzó a ponerse turbia. Estos sacerdotes continuaban sosteniendo el arca sobre sus hombros. Cada uno estaba enfocado hacia adelante, sin darse cuenta que los estaba observando. Repentinamente el agua comenzó a fluir más rápido y a profundizarse. Comenzó a cubrir las rodillas de los sacerdotes. Cuando vi esto, noté que el agua ahora fluía con muchos escombros flotando a su alrededor.
Me llené de pánico por lo que estaba observando. Estos sacerdotes fieles comenzaron a levantar el arca para que el agua contaminada no la tocara. El agua comenzó a moverse como una corriente rápida alrededor de ellos. Los sacerdotes estaban con el agua hasta el cuello, cada uno se estiraba para sostener el arca sobre sus hombros. Aún así, se mantuvieron enfocados hacia adelante. Yo retenía la respiración. Sentía algo en mi corazón que decía: “Protege el arca”. Cuando noté un sonido que pasó a mi lado y dijo “protege el arca”. Estaba segura que era la voz de un ángel que venía desde arriba. Al instante apareció una mano majestuosa desde el cielo. Estaba perfectamente arreglada y era fuerte. Esta mano aferró el arca mientras estos sacerdotes la sostenían, manteniendo su posición.
La mano comenzó a levantar al arca y los sacerdotes sobre las aguas. Ahora veía a estos sacerdotes que parecían suspendidos en el aire. Pude notar algo: Gente desde todos los caminos de la vida saltaban al agua sucia del río. Mientras observaban podían ver cómo los sacerdotes se elevaban en el aire. El temor atrapó a cada persona. Yo también sentí temor. Miré el agua y noté que más gente corría hacia el agua. Desesperados por algo corrían desde todas partes del mundo. Mientras se metían en el agua, algunos comenzaron a clamar: “No me dejen atrás. No quites tu Palabra de nosotros”.Otros gritaban: “Esa es mi promesa, no te lleves nuestra promesa”.
Algunos comenzaron a llorar en el agua. La gente comenzó a inclinarse, haciendo que el agua se moviera. Se cubrían sus cabezas con las manos y con agua como si se bañaran. Cuando las aguas comenzaron a moverse, la gente comenzó a moverse en el agua. Mientras esto continuaba, el agua barrosa comenzó a aclararse. Los sacerdotes ahora miraban hacia la gente. La compasión los despertó y comenzaron a llorar por la gente. La mano en el arca no se estaba moviendo, aunque estos sacerdotes comenzaron a llorar. Yo también comencé a llorar mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Apasionadamente comencé a decir: “¡La promesa, la promesa! ¡No te lleves nuestra promesa!”. Comencé a armonizar con el cuadro y ahora era parte de aquellos que le decían al arca: “¡No te vayas, por favor no te vayas!”.
Estaba llorando como Raquel por sus hijos (Mateo 2:18). Me estaba moviendo… en ese momento comencé a llorar y noté que muchos estaban llorando, arrepintiéndose y amándose unos a otros como si fuera su última oportunidad.
Mientras esto se desarrollaba noté que las aguas sucias y barrosas estaban retrocediendo. ¡El agua se estaba aclarando! El pueblo seguía clamando. Luego comenzaron a alabar y adorar a Jesús, clamando: “Aquí estoy, Señor. ¡Aquí estoy, ven a visitarme! ¡Perdóname, límpiame, cámbiame, libérame de mis pecados y de tus enemigos!”. Sentí el impulso de clamar: “Te necesito más que nunca antes”.
Surgirá un sacerdocio como el de David con pasión, reverencia y alabanza
Pude ver que la mano se movía lentamente y liberaba a los sacerdotes junto con el arca. Dijo con una voz hermosa: “Liberaré el sacerdocio, a los que escogí. Edificaré mi Reino en la Palabra como lo prometí. Le daré a mi pueblo tiempos para que me encuentre, porque comenzó un momento. Desperté a mi Iglesia para lo imposible y ahora todo parece posible, porque estoy soltando los milagros, señales y maravillas frescas”.
“Escondí a muchos que caminaron y se enfocaron directamente en mí que están a punto de manifestarse. Veré a muchos venir al arrepentimiento, porque la Iglesia está en medio de una visitación de los cielos y estoy derramando un fuego fresco sobre viejos y jóvenes. Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne y profetizarán, entrenarán y gobernarán sobre muchos. Estoy usando a mis siervos y siervas. Los estoy lavando en los ríos de gozo porque remuevo la tristeza” (ver Joel 2 y Hechos 2).
“La tierra está llena de pena ancestral, pero estoy abriendo puertas ancestrales. Surgirá un sacerdocio real donde el hombre me servirá como David, con pasión, reverencia y alabanza. También pondré en el hombre el corazón de santidad y pureza que cambiarán a muchos en su entorno. Porque clamaron a Mí. Me oyeron y yo oí el clamor de mi pueblo”.
“Estoy a punto de aumentar la esfera de influencia de mi pueblo. Muchos caminarán como reyes, muchos caminarán como sacerdotes y muchos caminarán como siervos… pero todos terminarán siendo mis súbditos”.
Comencé a llorar, porque estaba en la presencia del Señor y sentí que estaba describiendo el derramar que estaba comenzando a fluir desde los ríos traían gozo.
El Salmo 46:4: “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo”.
Un sacerdocio sólido
Pude darme cuenta que el Señor estaba ordenando que comenzara este movimiento. Sí, este tipo de sacerdocio sólido, inconmovible y abundante para siempre… dispuesto y consagrado.
Comencé a reflexionar sobre los sacerdotes que cargaban el arca y cómo se enfocaron mientras clamaban: “Jesús, mantenme enfocado”. Pensé en los pies desnudos sobre el fondo del río que se ensuciaban y clamé:“Jesús, haz que mi camino sea recto y limpio. ¡Límpiame todos los días!”. Lucas 11:3 nos entrega día a día nuestro pan diario. Quedé hipnotizada cuando ascendía la mano de Dios desde la realidad celestial.
Mateo 24:36 dice: “Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”.
Clamé, “Amado Jesús, haz de mi una sierva y no quites tu Espíritu de mi vida”.
Génesis 6:3 dice: “Pero el Señor dijo: Mi espíritu no permanecerá en el ser humano para siempre, porque no es más que un simple mortal…”.
Me convencí que debía cambiar.
Luego reflexioné un poco sobre la multitud que corrió desesperada hacia el agua. Sin importar cómo se veían, sabían que el río era el lugar donde debían estar. Clamé,“quiero ser desesperada, tan desesperada que anhele cada momento contigo… oro para no afligir al Espíritu Santo”.
Efesios 4:30 dice: “No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención”.
“Oro para encontrar el favor a los ojos del Señor, si encuentro su favor, podré dar favor…”. Esperé en su presencia en quietud y volví a mirar a los cuatro sacerdotes. Nunca perdieron su enfoque y conservaron su terreno. Anhelaban proteger la carga (su llamado) y fueron protegidos por la mano del Señor. Luego estaba en el santuario de nuestra congregación. Ni bien compartí este relato sentí que quería encontrar el lugar secreto para interceder por todos nosotros.
Reflexioné en esto varios días cuando en mi oficina el Señor me habló y me dijo que escribiera este relato para la gente... sí, escribía mientras mi corazón latía tan fuerte con el temor santo y una pasión renovada por ganar almas. Sí, debo recordar una vez más que Él habla por medio de su Espíritu Santo, una promesa para todos los que anhelan, a los preciosos que tienen una duda y a los que están desesperados por Él…
1 Pedro 2:9 dice: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
Dios, ¡sálvanos y protégenos! Estamos tan agradecidos porque nunca nos abandonas. Amén.
Theresa Phillips
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