LA FE QUE GENERA ALABANZA W/NEE PARTE 3

Salmos 106:12 es una palabra muy preciosa: “Entonces creyeron a Sus palabras / Y cantaron Su alabanza”. Tal era la condición de los hijos de Israel cuando estuvieron en el desierto. Ellos creyeron y cantaron; o sea, ellos creían, así que alababan. La alabanza contiene un ingrediente fundamental: la fe. No se puede alabar únicamente de labios para afuera; no se puede decir a la ligera: “¡Gracias Señor! ¡Te alabo Señor!”. 


Uno tiene que tener fe; sólo podremos alabar después que hayamos creído. Si uno enfrenta algún problema o se siente afligido, ora; y a medida que ora, siente que la fe brota en su corazón. Es en ese momento que uno empieza a alabar. Ésta es la manera viviente, pero no debe ser realizada con ligereza. Uno debe orar cuando le sobrevenga algún problema; pero tan pronto reciba un poco de fe, tan pronto empiece a creer en Dios y en Su grandeza, en Su poder, en Su compasión, en Su gloria y en la manifestación de Su gloria, debe comenzar a alabar. Si la fe se ha despertado en uno, pero uno no manifiesta enseguida la alabanza, pronto verá que su fe se desvanece. Decimos esto basados en nuestra propia experiencia. En cuanto la fe brote en nuestro ser, debemos alabar a Dios. Si no lo hacemos, después de cierto tiempo, nuestra fe se desvanecerá. Quizás ahora tengamos fe, pero después de cierto tiempo, es posible que tal fe se desvanezca. 

Por consiguiente, tenemos que aprender a alabar. Tenemos que aprender a expresar nuestra alabanza. Tenemos que abrir nuestras bocas y alabar. No basta con tener pensamientos de loor, sino que tenemos que expresar nuestras alabanzas de manera concreta y audible. Uno debe alabar a Dios en medio de todos sus problemas y en la faz de Satanás, diciendo: “¡Oh Señor! ¡Alabado seas!”. Hágalo hasta que surja cierto sentir allí donde antes no existía sentimiento alguno, y hágalo hasta que tal sentimiento, que empieza muy débilmente, se haga más intenso y definido. Hágalo hasta que su fe, que al comienzo era muy pequeña, sea plenamente perfeccionada.
Una vez que usted contemple plenamente la gloria de Dios, usted podrá creer. Una vez que la gloria de Dios impregne su espíritu, usted podrá alabarle.

Debe llegar a comprender que Dios está por encima de todas las cosas y que Él es digno de ser alabado. Cuando usted alaba, Satanás huye. Hay ocasiones en las que tenemos que orar; pero cuando nuestra oración nos lleve al punto en que obtenemos fe y certeza, sabemos que el Señor ha respondido a nuestra oración y que nos corresponde alabarle: “¡Señor! ¡Te doy gracias! ¡Te alabo! ¡Este asunto ya ha sido resuelto!”.


No espere a que el asunto haya sido efectivamente resuelto para comenzar a alabar. Debemos alabar tan pronto hayamos creído. No esperemos a que el enemigo se marche para empezar a cantar. ¡Debemos cantar para ahuyentarlo! Debemos aprender a alabar por fe; cuando alabamos por fe, el enemigo será derrotado y echado lejos. Tenemos que creer, antes de poder alabar. Primero, creemos y alabamos, y después experimentamos la victoria.

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