Los Celos


MATANDO GIGANTES

CHARLES R. SWINDOLL


CELOS Como una rata cegada por la ira y media muerta de hambre rondando en los apestosos desagües que van por debajo de una calle, así es la persona encerrada en la esfera sofocante del celo egoísta.

Atrapada por el resentimiento y enferma por la rabia, la persona se alimenta de la suciedad de su propia imaginación. Proverbios 6: 34 dice que "los celos son el furor del hombre".

Cuando se escribía el Antiguo Testamento, los hebreos usaban solamente una palabra para describir el celo. La palabra era kannah, que significa "estar intensamente rojo". El término describía a aquél cuya cara se sonrojaba en el momento en el que subía hasta su cara un flujo de sangre que anunciaba el surgimiento de emociones. Para demostrar la cruel ironía del idioma, la palabra "pasión" viene de la misma palabra que "celos". Funciona de esta manera.

Cuando yo amo mucho a algo, en realidad, demasiado, lo busco con celo. A veces lo deseo ardientemente; en efecto, deseo poseerlo por completo. Pero cuando aquello que amo se me escapa de las manos y pasa a las manos de otro, comienzo a experimentar ese súbito sentimiento corrosivo de los celos. Extrañamente, aquel sentimiento de fervor y amor comienza a cambiar. Debido al tenebroso y transformador poder del pecado, mi amor se torna en odio. En algún momento fui sensible, feliz, llena hasta el borde de deleites exquisitos, pero ya no. Ahora estoy encerrado en un angosto ámbito de ira interior; me siento intensa y locamente enojado.

Los términos celos y envidia a menudo se usan en forma intercambiable, pero hay una diferencia. La envidia comienza con las manos vacías, anhelando lo que no tiene. Dante describe a la envidia como un mendigo ciego a quien le cosió las pestañas con hilo y quedaron cerrados sus ojos. El hombre envidioso no es razonable, porque está encerrado dentro de sí mismo.

Los celos no son exactamente lo mismo. Comienzan con las manos llenas, pero se sienten amenazados de perder la abundancia que tienen. Los celos son el dolor de perder lo que tengo porque no quiero que pertenezca a otro y siento que lo voy a perder a pesar de todos mis esfuerzos por mantenerlo. Escuche el tormentoso grito de Otelo cuando siente temor pues cree que está perdiendo a Desdémona: Preferiría ser un sapo y vivir en la bruma de un calabozo que apartar un rincón en la cosa que amo para el uso de otros. (Otelo III.iii.270)

Ese fue el pecado de Caín. Él estaba celoso de Abel. Caín se resintió porque Dios aceptó a su hermano. Sin duda, en su rostro se vio la emoción y la ira cuando Dios se agradó del sacrificio de Abel. No fue sino hasta que la sangre caliente de Abel se derramó sobre las crueles manos de Caín que el celo se apaciguó. Salomón bien pudiera haber escrito el epitafio para la tumba de Abel: Duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama. (Cantares 8:6)


Cualquiera que haya experimentado liberación de este gigante infernal conoce de sobra el salvajismo de su ataque. Los celos diezmarán la amistad, disolverán un romance y destruirán un matrimonio. Los celos producirán tensiones en los rangos profesionales, anularán la unidad de un equipo, arruinarán una congregación y separarán a los predicadores. Los celos nutrirán la competencia desleal en un coro, traerán amargura y motivarán a señalarse con dedos acusadores entre los talentosos músicos y capacitados cantantes. Con ojos bizcos el gigante de los celos cuestionará los motivos y se lamentará del éxito de otro.

Los celos llegarán a ser severos, sospechosos, estrechos de visión y negativos. Yo sé lo que digo. Viví muchos de mis primeros años en las tuberías de los celos. Esas tuberías subterráneas, miserables y llenas de gases. Allí viví respirando esos gases y obedeciendo sus mandatos. Era como vivir en agonía. Pero finalmente, por la gracia de Jesucristo, me di cuenta de que no tenía que vivir en las tinieblas.

Tumbé al gigante de los celos, me alejé de él y la liberadora luz del sol captó mi corazón. Entonces me di cuenta de que el aire era muy fresco y limpio. Ah, ¡quédiferente ha sido desde entonces! En realidad es un deleite total. Pregúntele a mi esposa.
Le tengo celos a la luna

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